Novare
aut perire, o renovarse o morir,
amenaza el proverbio latino. Se renueva la naturaleza con las estaciones, la serpiente
cambia de camisa, el sol muere y renace cada día. (“Nada nuevo bajo el sol”, miente
el Eclesiastés. Pero "nunca te bañarás en el mismo agua del río", le desmiente Heráclito.)
El “cambio”
en las contiendas electorales es un eslogan utilizado por todas las fuerzas
políticas, algún atractivo debe tener. Pero asociamos, y con razón, la derecha
al conservadurismo, el inmovilismo, la tradición, y a la izquierda con el
cambio y el progreso. (Peridis ancla a Rajoy en una tumbona permanente.) Esto no deja de ser una abstracción, ya lo sé, y bien genérica,
por cierto, pero nos sirve para entendernos.
Sí, se trata del cambio por el cambio: porque
el progresista está condenado a no conformarse con la realidad. Y es que la
realidad siempre se puede mejorar. Por eso cuando un “izquierdoso” consiga lo
que persigue no podrá disfrutarlo porque tendrá que intentar mejorar lo que ha
conseguido ya. (El término “izquierdoso” lo utilizo en un tono sarcástico, ya
que la derecha ha creado un lenguaje con el que se han apropiado para ello de lo
recto, right, droit, derecho,
derechos…, prescribiendo -y proscribiendo- para la izquierda lo siniestro, lo rojazo, puaf!)
Dado que los
conservadores, por definición, se resisten a los cambios sin más, es por lo que
podemos asegurar que el progresista (el que busca siempre el cambio) es por su
propia naturaleza de izquierdas, también por definición. Un conservador progresista (o sea, un progresista de derechas) es,
pues, por definición una contradicción en sus propios términos. Como un
progresista satisfecho es también algo incoherente, aunque nos cueste
entenderlo.
La aventura, el
cambio por el cambio, el progresismo, es tan propio de los jóvenes como el
conservadurismo lo es de los mayores, porque éstos tienen más que conservar. Pero
ambos son necesarios, no sólo no se contradicen sino que se complementan. Es su
conjunción lo que da equilibrio a una sociedad y la hace progresar. Sin los
progresistas la sociedad se estancaría, sin los conservadores no podríamos
asimilar las conquistas que los inquietos se quieran atribuir.
Los conservadores
pueden tildar a los progresistas de alimentar utopías. Pero la utopía es un instrumento eficaz para hacernos
avanzar. No por hacernos soñar, sino porque la tenemos ahí, ahí enfrente, como un horizonte
al que podemos acercarnos cada día un poco más.
(Apostilla: Si
pudiéramos tener una derecha conservadora decente en España..., y no esta
mierda de profesionales de la delincuencia…)
P/D.:
Por cierto que a mí más que novare aut
perire me gusta su contrario perire
ut novare (inventado por mí): morir (individualmente) para poder sobrevivir
(como especie), como hacen las semillas (y los cadáveres humanos) que se
entierran bajo tierra para pudrirse y renacer multiplicadas en nuevas primaveras.
Pero ése es otro tema.
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