sábado, 27 de agosto de 2016

1240 (S 27/08/16) Otegi

Vaya por delante que no soy violento ni mucho menos terrorista. Soy poeta.

    Otegi ha sido declarado “persona non grata” por los estamentos oficiales sin ofrecerle ni siquiera el beneficio de la duda. Sin embargo, después de Rubalcaba no recuerdo que haya habido un colaborador más eficaz para obligar a ETA a abandonar las armas. Y lo hizo por la vía más democrática: convenciendo a sus compañeros terroristas a que se integraran en la vida política institucionalizada. El, por otra parte, desconozco que usara nunca un arma.

     Que cometió el delito de pertenencia a banda armada? De acuerdo, pero ya ha penado por ello. Sin un solo día de reducción de penas por el trabajo o por el comportamiento. Y si ahora se somete (o intenta someterse) al plebiscito de las urnas, qué mayor prueba cabe de su integración en la vida democrática? Los votos que sacara darían cuenta del sentir popular.

     Y entonces por qué ese rechazo social inducido hacia su persona? Pues lo diré: por venganza. No por justicia, no, sino por venganza, que es todo lo contrario de la justicia. Ya me he pronunciado en este blog varias veces sobre este tema (vide entrada n.1040  del 10/2/15 “Leyes antipopulares” y anteriormente la 843 “Doctrina Parot, justicia o venganza?” del 23/10/13 que recogía a su vez la número 448.2 del 18/9/12), pero no puedo resistirme a recoger aquí parte de ese texto:

    “La ley del Talión, ‘ojo por ojo diente por diente’, se interpreta erróneamente como una ley salvaje cuando en realidad, al ser la primera ley penal, constituía un avance social: limitaba la venganza a un ojo por ojo, uno solo, no dos ni tres ni cuatro, como ocurría antes de esa Ley. Así que la regulación de la justicia (penal) comenzó con la limitación de la venganza. Con el tiempo las sociedades se civilizaron y abolieron la prisión por deudas, los trabajos forzados, la pena de muerte... Con razón, las regiones donde sigue vigente la pena de muerte (no digamos ya la lapidación) se consideran salvajes por su atrocidad. A finales del siglo XIX la antropología y la sociología denunciaron que las cárceles estuvieran ocupadas sólo por personas de baja extracción social, que los delincuentes eran en gran parte víctimas de una marginación social, familiar y afectiva, y que las cárceles, en lugar de centros de regeneración, lo eran de perversión. Y con esta visión general y acertada se legisló para que los presos, aparte de castigados, fueran reinsertados; para que por buen comportamiento se beneficiaran de reducciones de penas, y para que, sobreponiendo la justicia a la venganza, las penas tuvieran un límite de tiempo (en España, 30 años). Estas ideas progresistas no se pueden esgrimir a una madre que tiene delante el cadáver de su hijo, asesinado por un terrorista, claro está, pero sí deben exigirse a un legislador que busque leyes justas en materia penal. Y he aquí que llega el neoneanderthal.com ministro de Justicia y nos anuncia que quiere reimplantar la cadena perpetua (“permanente revisable”, otro eufemismo). Otra marcha atrás. O sea, que para ganarse unos votos, los de las familias de las víctimas, recupera la venganza en el lugar de la justicia en el código penal.
   Pues bien, ahora resulta que el 67% de los ciudadanos están a favor de la cadena perpetua (aunque la llamen de otra manera) para algunos casos, qué os parece? Y ahora qué hacemos? retrocedemos a leyes reaccionarias para dar gusto y carnaza a la masa sedienta de sangre? Porque si imponemos leyes penales justas, con las cuales superamos la venganza, estaríamos contrariando la opinión de la mayoría. Veis cómo hay leyes, necesarias, que pueden chocar con el sentir de esa mayoría?”

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