Como, según parece, en la comisión negociadora
del PP/C,s se han metido en un bucle del que no pueden (o no quieren) salir, buceando
en las profundas entrañas del término “corrupción” vamos a añadirle leña al
fuego por si mi aportación puede confundirles más todavía.
Al
día siguiente de mi llegada al pueblo donde vivo me presenté todo animoso en el
Ayuntamiento para ofrecerles mis servicios y conocimientos en materia
presupuestaria (sobre todo el capítulo 4, subvenciones) para lo que hubiera
menester. Me encontré con el alcalde, teniente alcalde y secretario, la cúpula
en pleno, que no supieron informarme de nada sobre lo que se estaba haciendo en
el pueblo ni de cuándo se celebraban los plenos del Ayuntamiento ni de cómo podría
yo colaborar. “En el bar, ahí se podrá informar” fue lo único que me respondieron
y repitieron, “en el bar”, al tiempo que me miraban de arriba abajo, en
silencio, como si yo fuera un extraterrestre peligroso. Lo de comparecer y colaborar
en los plenos, ni se lo planteaban. Y como en este pueblo, igual ocurría en todos
los del valle, de nula conciencia democrática participativa, pura inercia
postfranquista. Yo quería ayudar, pero también quería saber de cuentas y de
todo lo demás, tenía derecho a ello. Valga esta anécdota como ejemplo, local,
aunque no sé hasta qué punto es trasladable a estratos superiores. No sentimos la
necesidad de colaborar con nuestro colectivo, y menos aún a través de las
instituciones oficiales (por desconfianza?).
Subamos
a las comarcas. No sé para qué se crearon (aunque lo imagino) pero sí en lo que
se han quedado: en puro clientelismo electoral, como las Diputaciones provinciales.
Se paga a los alcaldes un extra por no hacer nada pero asegurando su fidelidad.
Fidelidad al partido (imaginen a cuál) que en los pueblos pequeños arrastra a
la mayoría de la población local (fueron los que los votaron). De nuevo la
democracia es un término desconocido.
Pero
quedémonos en nuestra vida personal. El fontanero, sin IVA. Y de impuestos, los
que no podamos evitar, por las retenciones. El escaqueo es general y todos
aplaudimos nuestra actitud defraudatoria que es colectiva.
Los delitos fiscales se persiguen (dicen),
pero de qué sirve el castigo por defraudar? De poco servirán si no subyace una
conciencia tributaria. La ley penal confirma, tiene que confirmar, el rechazo
social y la opinión mayoritaria de la sociedad en la que se aplica. Una ley que
no refleje un sentir mayoritario colectivo es inaplicable a fuer de vacía. Si
la mayoría en España adolecemos de falta de conciencia tributaria (justificable
por otro lado visto el uso que luego se hace de los fondos públicos, y éste es
el círculo vicioso), difícilmente una ley puede imponer impuestos, vale la redundancia,
para contribuir en los gastos necesarios. Lo que falta es una conciencia
cívica, educación ciudadana. Por eso opinamos que más que castigos lo que necesitamos
es una pedagogía que mamemos desde pequeños. Por eso (y por otros motivos, a
cual más bastardos) los políticos de este gobierno que padecemos regulan una
educación no para que afrontemos como adultos nuestras responsabilidades cívicas
(han eliminado esta asignatura) sino para que podamos ser abducidos,
adoctrinados, en el sometimiento que les permita seguir disfrutando de sus
delitos y devaneos. Porque nuestro analfabetismo político, democrático,
tributario, favorece y garantiza sus privilegios.
Corrupción y democracia? Todo empieza por lo más importante: la
educación.
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