Francesa, 100 minutos. Sin pretensiones
como las que pretendía la película franco-china que comentábamos en la última entrada, sin
alharacas, sin sobreactuaciones, sin exceder su propia realidad, la del relato, y eso es lo que la hace tierna, afable, emotiva, por identificable.
Jean Pierre Bernier no puede prescindir de
sus pacientes en la campagne que tampoco pueden prescindir de él. Por eso el
dr. Bernier, a quien le diagnostican un cáncer de pulmón, se niega a abandonar
su trabajo y a dejar que le ayude la novel dra. Natalie a la que mandan para
sustituirle. Pero Natalie es mucho Natalie, y a su elegancia, belleza, dulzura
y buen hacer, no hay enfermedad ni enfermo que se le resista.
Desobedeciendo al dr. Bernier, Natalie
hospitaliza a un paciente de toda la vida, de 92 años, lo que la confronta con
un airado Jean Pierre que secuestra al enfermo desde el hospital para
devolverlo a su casa de la que no debería haber salido. Pero en estos casos el
cine tiene un recurso muy socorrido: algo grave pasa que obliga a los
protagonistas contendientes a colaborar en un esfuerzo especial para una
contingencia urgente. Y con ello la confrontación personal puede devenir en
feromónica. Que es el mejor remedio contra el cáncer.
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