domingo, 17 de abril de 2016

1187 (D 17/4/16) UE-Turquía

Cuando en el año 2007 Merkel y Sarkozy le dieron a Turquía con la puerta en las narices adujeron, con razón, la reciente desviación de Erdogan al islamismo, la falta de suficiente democracia en el país del Bósforo y el genocidio del millón de armenios que en 1915 fueron exterminados mientras huían acusados de connivencia con las fuerzas nazis invasoras, que los turcos no han reconocido aún ni han pedido perdón todavía. La verdad, para mí, es el recelo que produciría la imparable invasión del personal turco en las instituciones europeas, en perjuicio de Francia y Alemania, si se les abriera la puerta de entrada, ya que son más de 78 millones de habitantes. Sobre este tema ya nos hemos pronunciado varias veces en este mismo blog, vide la última en la entrada 1091 del 21/10/15. (*) Y nos parece una provocación contra Turquía, en un momento inadecuado, que el Bundestag apruebe, como parece que lo va a hacer, que la muerte de los armenios en el año 2015 fue realmente un genocidio (por más que lo fuera).

    Pero si se trata de reconocer y proteger las minorías, ¿qué pasa con los kurdos? Veamos:
      Kurdistán es una región que ocupa el sudeste de Turquía, el nordeste de Siria, el norte de Iraq, y el noroeste de Irán. Así pues, los kurdos, que son una antigua nacionalidad indoeuropea oprimida, fraccionada en cuatro Estados distintos, carecen de territorio que pueda sostener su propio Estado.
    Son más de 30 millones (hay textos que hablan de 40) distribuidos así: unos 15 millones en Turquía, alrededor de 5 millones en Irak, otros 7 millones en Irán más 2 millones en Siria. Con 1 millón en Alemania (un 30% de los inmigrantes en Alemania son kurdos) y 0,5 millones en el resto de Europa, superamos la cifra de los 30 millones. De los cuales la mitad han tenido que emigrar fuera de su tierra! Los kurdos, pues, son  el grupo étnico más grande del mundo que carece de territorio propio por lo que Kurdistán aspira a su autodeterminación en un estado independiente.
Aunque sometidos al Islam, mantienen su identidad y lengua propia. Su cultura parte del mazdeísmo, donde es vital la relación mágico-mística entre naturaleza y hombre. Tanto es así que su bandera se compone de los colores del culto mazdeista: rojo (fuego), amarillo (sol) y verde (tierra).
     Resistiendo la invasión de los yihadistas de Isis/Daesh, ha ayudado a Siria que, sin embargo, recela de los kurdos que les ayudan porque si se hacen fuertes pueden reclamar su independencia (de la parte siria). Los turcos también recelan de los kurdos “sirios” porque su actitud de rebeldía se puede contagiar a sus compatriotas kurdos de Turquía. Con lo cual, ayudando a todo el mundo y principalmente a Siria al luchar contra el ejército de Isis, lo que recibe a cambio son golpes y bombazos por todos lados. El último combate ha sido en Kobane, en la frontera sirio-turca, donde los kurdos, a pesar de sufrir una masacre al ser bombardeados (lo que movilizó a más de 15.000 kurdos en Dresde, Alemania), vencieron a los yihadistas. Alrededor de 200.000 kurdos tuvieron que escapar de la ciudad sitiada y de la región.
    Las fuerzas kurdas eran mujeres milicianas en un 40% de su ejército que combatían por defender a su ciudad, a sus familias y también por su propia liberación frente a una cultura patriarcal y, muy concretamente, la terrible amenaza contra la mujer en el Estado Islámico ya que, en sus territorios, los soldados violan a las mujeres y las someten a tremendos castigos con su bárbara interpretación del islamismo.
  Aunque este triunfo fue un importante paso adelante en la guerra contra Isis, lamentablemente Kobane y los kurdos de Siria siguen amenazados a pocos kilómetros por el Estado Islámico y también por el régimen sirio y el turco que quieren terminar con su reclamación de autonomía, aunque por el momento no los ataquen. La ciudad de Kobane, con 62.000 habitantes antes del ataque, es la más importante de los kurdos en Siria, que, repetimos, son 2 millones. Lo peor es que la zona kurda en Siria es rica en petróleo y todos la asedian como depredadores.
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(*) En la entrada 1091 decíamos, entre otras cosas:
Dado el peso que tiene la demografía en la democracia de la UE, las reticencias contra la entrada de Turquía, sobre todo por parte de Alemania y Francia, se deben al hecho de que con su población de más de 78 millones de habitantes, casi tantos como Alemania, coparían altos cargos de las instituciones europeas a expensas de los que ahora ocupan alemanes y franceses. En su favor pesan otros factores como serían frenar la inmigración, hacer de puente entre Oriente y Occidente y flexibilizar las relaciones con los países musulmanes. En contraposición al peso de estos argumentos en favor de la integración europea de Turquía, quizás los alemanes teman el empuje de la quinta columna de los millones de inmigrantes turcos en Alemania que les puede recordar la batalla de Salamina, donde los jonios enrolados en la marina persa sabotearon sus naves. Bienvenida sea Turquía. Inshalá. نأمل   

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