martes, 9 de febrero de 2016

1151 (M 9/2/16) Cigüeñas bilbilitanas

Han vuelto las cigüeñas. Realmente han vuelto a anidar, porque lo que es irse, no se habían ido. Como son lugareñas, nacidas aquí, en Calatayud, son bilbilitanas. “Por San Juan (24 de junio) la cigüeña empieza a volar”  y “por San Blas (ahora, 3 de febrero) las cigüeñas verás”. Dos refranes que las propias aves se han encargado de dejar obsoletos.

El año pasado sostuvieron una lucha épica contra el Párroco del templo del Sepulcro y el Ayuntamiento quienes llegaron a instalar pastores eléctricos (cables en las torres de la iglesia) que expulsaban a estas aves mediante inhumanos calambres cuando los rozaban. Cuatro veces las expulsaron, cuatro..., pero al final llegaron a anidar cinco parejas! Los del bando institucional llegaron a cubrir con una red toda la torre principal, para restaurarla, decían (para mí que era para ganar la batalla contra las ciconídeas), pero las dos parejas que consiguieron desalojar con estas malas artes se re-instalaron en la torre contigua a donde acudieron otras tres parejas más a anidar para apoyar la reivindicación de todo su colectivo. Y ganaron la batalla. Desde entonces dejó de molestarme su sonoro crotoreo que me despierta al amanecer cada mañana como un afectuoso saludo. Son mis vecinas. (En Alcolea de Cinca en 2013 el párroco desalojó a casi 40 parejas que habían elegido la iglesia para anidar.)

   Decididos a su aniquilación, durante este invierno han planteado una ofensiva de opinión contra ellas esparciendo rumores sobre el daño que esta especie está ocasionando en toda la comarca de Calatayud. Que si nos están dejando sin biodiversidad al alimentarse de ranas y sabandijas que hacen falta para el equilibrio ecológico de la zona, que si patatín que si patatán (los grupos ecologistas contraatacan  argumentando que actúan como plaguicida natural para los cultivos al tener entre su dieta topillos o, en las zonas de regadío, cangrejos americanos) y hasta les han atribuido la culpa de los cortes de suministro eléctrico, según leo en el Heraldo de Aragón, que ha tomado partido por las fuerzas vivas del bando humanoide, como podréis ver si seguís leyendo:

"Cada vez que caen cuatro gotas o hace viento, nos quedamos cuatro o cinco horas sin luz", se lamentaba hace unos días el alcalde del barrio zaragozano de La Cartuja. Pero no son las condiciones climáticas ­–al menos no directamente– las responsables de los cortes de electricidad, sino otros agentes naturales: las cigüeñas. "Causan averías por dos motivos: uno, cuando al pasearse o levantar el vuelo tocan con las alas elementos de la línea eléctrica y producen una desconexión; y dos, cuando por condiciones climáticas -como la lluvia o el viento fuerte- se desprenden partes del nido, que si caen a los cables también causan un corte. A veces la desconexión puede ser solo de unos segundos, pero sólo con eso ya es un problema de calidad en el suministro al cliente", admiten desde Endesa.

    Las habituales inquilinas de los campanarios parecen haberse aficionado en los últimos años al turismo nacional para sus migraciones invernales e incluso, cada vez en más casos, a quedarse en el mismo nido donde han habitado todo el año. Ello se debe, entre otras causas, a la facilidad con que encuentran grandes cantidades de recursos alimentarios en los vertederos de las ciudades. Por otra parte el cambio climático también ha ayudado a que las cigüeñas que antes partían hacia África desde el norte de España recortaran sus horas de vuelo hasta quedarse en Extremadura y Andalucía y a que ahora algunas apenas se muevan unos kilómetros desde sus bases en la mitad norte de la península.

   En Aragón se anillaron para su seguimiento mediante satélite dos ejemplares en 2013. De uno de ellos, un ejemplar joven, se perdió su señal, pero de la otra cigüeña, llamada Violeta y que tiene su nido en Binaced, sí que se ha podido controlar su migración. El resultado es que en los últimos inviernos Violeta apenas se ha desplazado 50 kilómetros desde la localidad oscense hasta el vertedero de Montoliu, en Lérida, desde donde vuelve a Huesca cada poco tiempo.

Mis vecinas del ático dcha.

  Como resultado, la población de cigüeñas en Aragón ha repuntado de forma exponencial en poco más de veinte años. Si a mediados de los noventa se estimaba que apenas quedaban entre 50 y 100 parejas en la Comunidad aragonesa -lo que hizo saltar la voz de alarma y mejorar su protección- ahora se calcula, a falta de censos cerrados, que su número podría rondar las 2.000. Sólo en Calatayud el número de parejas nativas, residentes y empadronadas ha crecido de 2 a más de 100 en los últimos diez años.

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