Xenofobia y nacionalismo son dos palabras que en situaciones extremas
confluyen como expresiones de un mismo sentir. Es más frecuente de lo que
imaginamos que dos elementos dispares formen una unidad dual. Intentaré explicarme.
Es un tema recurrente en este blog insistir en que el número 2 no son
sólo dos unidades sino que es un número en sí, así como el tres, además de tres
unidades, en principio significaba “muchos”: tres bien, troppo, tribu, tropa,
trop…, términos que en distintos idiomas se refieren a mucha cantidad. Y así tenemos el uno, el dos… y los demás. El uno
es ontológico, el dos es inevitable, pero lo que es más, no habría el uno sin
los otros. (Esto último ya es para nota.)
En efecto, aún se conserva en varias lenguas el número singular, el dual y el plural. Y es que el “dos”
insinúa el uno y el otro, o la pareja, o todo y su contrario. No hay altos sin
bajos a los que referirse, ni guapos sin feo, ni ricos sin pobres…, ni sentimiento
nacionalista radical sin su complemento de xenofobia, que lo reafirma, vamos a
decirlo ya de una vez. Un nacionalismo bien entendido no rechaza a los ajenos,
pero un nacionalismo enfermo sí se apoya en la xenofobia para auto-reafirmarse.
La xenofobia y el nacionalismo extremos son el anverso y el reverso, las
dos caras de una misma moneda. DOS aspectos de UNA misma realidad. Lo que queremos decir es que no somos capaces de
imaginar al uno sin el otro. Por eso nos parecen tan semejantes el nacionalista secesionista
Artur Mas y el xenófobo radical García Albiol del PP catalán, en el sentido de
que sus patologías tienen la misma raíz, aunque sean distintas sus
manifestaciones. Así que cuando decimos que Artur Mas y Mariano Rajoy se
complementan, decimos mucho más: que ambos son un feed back para el otro, pues se retroalimentan entre sí.
Los nacionalismos exaltados se refuerzan apiñando a sus seguidores
contra sus enemigos. Y si éstos no existen, se les inventa. La derecha española
es experta en amedrentar al personal con falsos peligros para aglutinar a
sus seguidores satanizando, por ejemplo, al comunismo, o la francmasonería, con
Franco. O a Podemos en los tiempos actuales.
Así como la xenofobia del PP catalán es un
efecto inevitable de su españolismo exacerbado, del mismo modo el nacionalismo
catalán se nutre de su antiespañolismo visceral.
Curioso que dos
palabras con sentidos tan dispares, xenofobia y nacionalismo, confluyan entre sí cuando son efectos de sentimientos
enardecidos.
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