Simpática la idea de Alberto Garzón, de
IU. Limitando los techos de los salarios máximos de los jefes hasta un máximo
de diez veces el salario mínimo del empleado peor pagado, no sólo se evita (en
parte) el escándalo de la actual desigualdad sino que además el jefe tendrá que
aumentar el sueldo de los peor remunerados si quiere incrementar su propio
sueldo.
En entrevistas en la calle ha habido una reacción unánime favorable a
esta iniciativa. Pero me he encontrado con una objeción extraña: qué ocurre con
el dueño de una tienda que lo pasa mal en tiempos de crisis pero que ha
arriesgado su capital y busca con razón, en mejores tiempos, resarcirse cuando
lleguen los beneficios. Sepan los que digan esto que el tema está mal
planteado: como jefe, que limite sus ingresos como sueldo hasta el mínimo
multiplicado por diez; el resto que lo cobre no como sueldo sino como ingresos por su actividad empresarial, o como rentas de capital, como
beneficios de la sociedad en su caso, tras el correspondiente pago de los debidos impuestos.
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