Se trata de violar la ley cuando lo exija
un derecho superior. Hay leyes injustas que no sólo pueden ser violadas sino
que tenemos la obligación de infringirlas. El problema será quién o cómo se
declara un derecho superior a la ley que hay que transgredir. Pongamos tres
ejemplos y un abanico de otros muchos más: Antígona, la cobertura sanitaria y
el soberanismo catalán. Como abanico, la política gubernamental.
Como puede verse en la entrada nº 613 de 3/3/13 de este blog, Antígona (*) era hermana de Eteocles y Polinices, que habían acordado
ante el lecho de su padre, el moribundo rey de Tebas, Edipo, que ambos dos
habrían de gobernar la ciudad en periodos sucesivos. Acabado el tiempo de
reinar del primero, Eteocles se niega a ceder la corona a su hermano quien,
aliado con el rey de Argos y cinco Capitanes más, sitia la ciudad. En la
batalla que narra el mito de los Siete
contra Tebas mueren ambos hermanos y el nuevo rey de Tebas, Creonte, decreta la
muerte de quien se atreva a enterrar los cadáveres de los sitiadores que fueron
vencidos. Antígona se irroga el derecho de enterrar a su hermano Polinices
aunque con ello infrinja la ley de la ciudad y lo ejerce mediante el ritual de
echar tierra sobre su cadáver (sit tibi terra levis), siendo luego por ello ejecutada. La historia ha
hecho justicia ensalzando la figura de Antígona como ejemplo de una legítima
desobediencia civil. (Que normalmente conlleva un castigo legal.)
Antígona comparece ante Creonte |
Carmen Montón, Consejera de Sanidad de la Generalitat Valenciana |
Pero lo más curioso de este tema, y que es lo que justifica que lo
traigamos a colación ahora aquí, es ver cómo la mayoría de las actuaciones importantes
de este Gobierno no sólo piden a gritos ser desobedecidas sino que instan a
los ciudadanos a comportarse en contra de sus leyes si no quieren perder su
dignidad. Hasta el mismo conflicto catalán ha sido inducido por la actuación de
este Gobierno que maneja las instituciones públicas como instrumento de su
partido y no en aras del interés general, desde el Consejo Superior Judicial
hasta la Cámara de Cuentas, pasando por la Fiscalía o la Agencia Tributaria,
por sólo poner unos ejemplos. Véase, si no, el caso catalán. Por no hablar de
la política económica, austérica y criminal; o la ley de Educación; o la
reforma laboral; o la ley “Mordaza”…, aunque mejor no seguimos porque más que
de leyes puntuales se trata de una actitud holística, global, que humilla y degrada al
ciudadano con carácter general. Por lo que desobedecer a este Gobierno y sus
leyes es más que un derecho, es una obligación.
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