domingo, 11 de octubre de 2015

1081 (D 11/10/15) Masas vociferantes (a grito pelao)

Es un gustazo contemplar cómo nos prometen el oro y el moro los políticos en época de elecciones, con las más burdas desvergüenzas y falsedades. Es un gustazo aplaudir a nuestro grupo de rock en las noches de concierto. Es un gustazo emocionarse con nuestro equipo de fútbol cuando gana, sobre todo si es un derby. A que sí? Y no sólo es bonito, es que además es útil, pues cohesiona a los miembros del grupo y los hace solidarios entre ellos. Bravo.
      Lo malo es cuando excede cierto límite, cuando nos obnubila, cuando nos hace perder el control, cuando nos vuelve irracionales. Es entonces cuando surge la masa rugiente normalmente manipulada por quienes apelan a los bajos instintos (por qué los llamarán así? quizás porque subyacen soterrados por una freudiana represión), normalmente por intereses inconfesables. Masa que se manifiesta sin freno tanto en un campo de fútbol como en una manifestación anti-sistema, tanto en un linchamiento como en una Díada catalana (sobre todo cuando se trata de reclamar la independencia en este siglo global, añadiendo el catetismo a la irracionalidad.)
Incluyo entre ellas las manifestaciones que acompañan a los reos al patíbulo, real o en sentido figurado, clamando los vociferantes por la justicia cuando realmente lo que exigen es venganza, sin entender que la justicia es precisamente un proceso de superación de la venganza. Es difícil explicar a un exaltado la excelencia cultural que ha significado la política penitenciaria racional de reintegración social del delincuente (aún en mantillas), la presunción de inocencia o el principio in dubio pro reo.

       Gritar, vale, gritemos. Para pasarlo bien. Pero cuidado con utilizar los alaridos como argumentos racionales.

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