jueves, 12 de febrero de 2015

1042 (J 12/2/15) Razones para matar

Cuando Javier Marías se asombra al conocer que los asesinos lo son porque les gusta matar y que siempre encuentran justificaciones para hacerlo, está diciendo algo elemental. No hacía falta que se lo dijera hace muchos años Guillermo Cabrera Infante en su casa de Londres. Claro que si era en Londres…

       Antes que le informara Cabrera Infante al respecto, ya en 1957, el psicólogo Festinger propuso una teoría, que el tiempo ha elevado a paradigma, la disonancia cognitiva, según la cual cuando no actuamos como pensamos terminamos pensando como actuamos. Porque actuar de un modo distinto a como pensamos que deberíamos hacerlo, terminaría por desequilibrarnos, de donde resulta que tengamos que armonizar nuestra conducta con nuestros valores, o nuestros valores con nuestras conductas, si no queremos volvernos locos. Lo que alertó a Festinger a profundizar en este tema fue el empecinamiento de una secta que habiendo pronosticado el fin del mundo para un día determinado, al día siguiente de seguir el mundo vivo, seguían justificando su fallida predicción.

       Este paradigma sirve para explicar múltiples reacciones, entre los cuales el sentimiento de culpa y los remordimientos, incluido el “sostenella y no enmendalla”, y es aplicable no sólo a los asesinos sino a todos y cualquiera de nosotros en cada uno de nuestros actos cada día. O sea, a todos, todos los días. Todos, absolutamente todos, sabemos disculparnos cuando nos comportamos de un modo inadecuado o decimos algo mal. Siempre encontraremos razones para justificarnos.

       En el caso del terrorismo que motiva el artículo de Javier Marías, no cabe duda de que la pertenencia a un colectivo que aplauda su conducta refuerza su actitud al ser admirada por un grupo de la sociedad (por minúsculo que sea). Un pretendido ideal, una lucha abstracta, que enaltezca sus crímenes, también ayuda. La aceptación colectiva borra la mala conciencia individual, si la hubiera. Y si además sus asesinatos les hacen merecedores de la gloria eterna que les prometen, no hace falta decir más.

       Pero lo que quiero añadir es que todos, todos, hagamos lo que hagamos, encontraremos razones para justificarnos. No hace falta para eso ser un asesino.

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