Nuestra civilización y cultura occidental nació en Europa de la unión de los dorios indoeuropeos (Cáucaso, Ucrania) con los nativos pelasgos de Grecia. Gracias a esa cópula de Zeus-roble del norte con la Diosa-encina del Mediterráneo, en Dodona (en la región del Epiro, al noroeste de Grecia) nacimos como cultura, la que aún gobierna nuestros valores y actitud ante la vida. Esa noche de bodas, cuenta el mito, duró trescientos años: y, en efecto, durante tres siglos, del XI al VIII, Grecia se sume en la oscuridad absoluta para explotar en el amanecer de una nueva civilización que comienza en el año 800 con Homero y con la expansión panhelénica en las colonias griegas desde Sicilia hasta el mar Negro. Tres siglos de crisis para un parto histórico.
De nuevo vivimos tiempos
críticos y de nuevo son Grecia y Ucrania los que tienen que vencer a la Hydra,
en el nordeste contra la invasión rusa que la amenaza desde Oriente, en el sur
contra el dominio del capitalismo financiero cuyas cabezas se reproducen por
duplicado cada vez que David-Perseo, con su honda, intenta decapitarlo. Grecia
lucha por sobrevivir, pero con ella, si lo consigue, no le hace un favor sólo a
Grecia sino también a Europa entera. Tendremos que esperar otros trescientos
años?
¡Hay que joderse! y aquí vamos de chulitos diciendo ¡no somos Grecia eh!
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