domingo, 1 de febrero de 2015

1031.a (D 1/2/15) Seguridad v. libertad ciudadana

Resulta humillante, y bochornoso, el cacheo al que nos someten cuando entramos en edificios públicos o en la sala de embarque de los aeropuertos, por poner un ejemplo. Más que protegernos de nada parece que se trata de cubrirse de responsabilidad por parte de la autoridad correspondiente, o del gobierno, y de dar la impresión de que hacen algo para controlar el terrorismo, aunque saben que estas medidas en su mayoría no sirvan para nada.  Las medidas de seguridad son desproporcionadas en relación con las molestias que ocasionan, la alarma innecesaria que producen y la restricción de libertad ciudadana a la que nos someten. Paranoia, pura paranoia. Pero tienen que hacerlo, porque si ocurriera algún accidente, o atentado, eh? entonces, eh?, seguro que protestaríamos por la falta de medidas necesarias que la policía debería haber tomado. O sea que, independientemente de que sean eficaces o no, el gobierno tiene que implantar esas medidas tan molestas para todos con tal de salvar su responsabilidad si llegara a pasar algo.

        Un norteamericano ganó un pleito y una buena suma de dinero por denunciar que en el manual del aparato que compró no decía que para conectarlo había que enchufarlo a la pared, ya sabéis, esas dos clavijas que se introducen en los dos agujeritos del enchufe. Desde entonces resulta cómico leerse los manuales de aparatos eléctricos, prolijos y exhaustivos en los detalles más nimios sobre su montaje y funcionamiento. Algo parecido, mutatis mutandis, ocurre con los documentos que nos hacen firmar (antes de una intervención quirúrgica, por ejemplo) con la apariencia de informarnos cuando en realidad están previstos para liberar de responsabilidad al operador en caso de incidencias. Y eso es normal, y está bien, pues se exponen a miles de reclamaciones cuando son miles los que se someten a su gestión u operación: la sanidad pública, sin más.


         Pero digo yo que habría que buscar un equilibrio entre ambos intereses, el de la seguridad de todos y el de la libertad de los ciudadanos. Porque una vez que entregamos un cheque en blanco a las autoridades para que hagan y deshagan a su antojo, lo inevitable es el abuso de poder y consiguiente humillación y maltrato que percibimos cada vez que nos cachean, empezando por el modo de mirarnos porque nos hacen a todos sospechosos.

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