Sí, señor. Todo es relativo. Y menos mal. Porque si relativizamos todo, seremos más tolerantes, ecuánimes y moderados. Ni siquiera lo absoluto es absoluto. En absoluto. Lo cual, como veis, me permite hasta faltarle el respeto a este vocablo. Y no me ha pasado nada. Sigo vivo, y entero, no me falta nada.
He llegado a este profundo soliloquio yo
solo, con la ayuda, eso sí, de una noticia que acabo de leer. El ensayista y
crítico Harold Bloom, autor de “El canon occidental”, confiesa que se encuentra
muy agotado. Y me ha hecho
reflexionar. Si hubiera dicho “agotado” lo podría imaginar sentado, sin ánimos
para levantarse, arrastrando los pies despaciosamente por el salón de su casa
para retirarse a dormir, y no digamos si hubiera utilizado el término
“exhausto”. El término, expresado así, desnudo, sobriamente, me habría
informado de que ya no puede más. Pero al decir muy cansado no parece estarlo tanto, ya que podría estarlo más. O
menos. En todo caso, si no le veo, no podría determinar el grado de cansancio
que le abruma. Es como decir muy exhaustivo, que no parece serlo tanto, porque puede serlo más, cuando
el vocablo “exhaustivo” no deja lugar a dudas ni da pie a debates inútiles. Otro ejemplo: no se puede enfatizar la expresión diciendo que la ventana está cerrada muy herméticamente porque el término “hermético”, a secas, no dejaría resquicio, ni para el aire ni para la duda. Pero algo muy hermético no parece que lo sea tanto porque da pie a que pudiera estar mejor cerrada, más herméticamente todavía, lo que conlleva una contradicción en el propio término. Los aumentativos, pues, reducen lo absoluto del término a relativo. El añadido “muy” o “más” gradúa el adjetivo y lo deja expuesto a su propia inconcreción. Una ventana “más” hermética más bien lo parece “menos”.
Como habéis podido ver, los aumentativos pueden debilitar las expresiones. Por querer enfatizar lo que afirmamos, puede ocurrir que los aumentativos se nos vuelvan en contra y con ellos no aumentemos nada sino que más bien debilitemos lo que estamos expresando.
Es lo que, de nuevo, le pasa a este gobierno,
que sacando tanto pecho con sus “logros” y con el crecimiento económico
modélico, muestra sus debilidades por tener que empinarse para que se le vea.
Porque sólo se empinan los bajitos. O los enanos. Ya lo dice el refrán: dime de
qué presumes y te diré de qué careces. Porque lo que es real, lo que se tiene
de verdad, se muestra sin alardes, con naturalidad, incluso a veces pasa
desapercibido, como ocurre con el aire que respiramos.
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