viernes, 16 de enero de 2015

1016 (V 16/1/15) Religión civil?


Me ha llamado la atención, y de ahí esta entrada del blog, que Adela Cortina, catedrática de Etica y Filosofía Politica de la universidad de Valencia, haya dado en llamar “religión civil” a la justicia social. Dice, y con razón, aunque con otras palabras, que la cohesión social es inversamente proporcional a las desigualdades económico-sociales por lo que una democracia lo será en tanto en cuanto los ciudadanos se sientan copartícipes de un proyecto común. El cual sentimiento se deteriora a medida que crece la desigualdad. En sus propias palabras, “¿cómo pedir a quienes están situados en los escalones inferiores (de la sociedad) que se esfuercen por un bien supuestamente común, del que no participan?”.

      En efecto, la población excluida en nuestra España actual es un 25% del total, de los cuales 4 millones sufren la exclusión total, y de éstos más de un 75% está en paro, más del 60% está sin vivienda y casi el 50% carece de asistencia sanitaria.

      La religión civil que Adela Cortina propugna, o al menos el concepto que propone, liga al ciudadano con su polis (que en griego significa “ciudad”, de donde proviene  el término “política”) mientras que en la religión “religiosa” el lazo es del hombre con su dios. Si Adela utiliza este término ambiguo de “religión” es para asentar su religión civil en el campo de las emociones y sacralizarlas, como ocurre con los himnos, las banderas, la etnia, la lengua o el equipo de fútbol de la localidad. La palabra clave es “sentir” como suya la comunidad. Para lo cual necesita la justicia social en lugar de los milagros que requiere la otra religión.


       Nada que objetar, salvo el propio término. ¿No es suficientemente ambigua la palabra “religión” como para que encima la carguemos con nuevas acepciones, sobre todo las que no tienen nada que ver con ella?

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