No sé si fue en el texto de Kafka que lo
leí, o en cualquier otro lugar, pero me quedé con la idea (que hice mía, como
fecundo paradigma al que pudiera añadir mis inferencias y posibles deducciones)
de que “no es la condena lo que mata, sino el proceso mismo”. Cuando el juez
Garzón “procesó” a Pinochet el dictador chileno empezó a perder la
compostura y a sufrir el calvario de los que, habiendo sido objeto de culto
para los suyos, pierden el estatus, la respetabilidad y el crédito. Una condena
puede ser asumida como un hecho, pero el proceso judicial penal es una carcoma que puede corroer hasta la locura. No es en la puerta del infierno donde puede leerse: lasciate ogni speranza, sino en la entrada al proceso, que acarrea el descrédito y la vergüenza.
Los
condenados por el Tribunal de Nüremberg tuvieron que esconderse en alejados
rincones del mundo, sufriendo así un proceso continuado que les obligó incluso
a cambiar de identidad.
El
expresidente del PP y de la Diputación de Castellón, Carlos Fabra, consiguió
dilatar su juicio durante 11 años, pero al fin se ha librado de un proceso
penoso al conseguir que se aplique la condena y, con ella, la prisión. Ahora se
le ve más suelto.
Los condenados por corrupción deberían
sufrir un proceso continuado mediante la publicación de sus fotografías y sus
nombres así como la exposición de su figura en cartón piedra en la plaza
principal de su ciudad, donde los ciudadanos pudieran arrojarles tomatazos con
la anuencia protectora de la ley y de la policía. Porque de lo que se trata, rematando el
proceso, es dejar constancia de su pérdida de dignidad.
[En su intento urgentísimo de una ley
“anti”corrupción el gobierno se propone limitar los procesos penales a un
tiempo máximo de seis meses. Pero como los juzgados están muy faltos de recursos,
y aún estarán peor, por lo que ese plazo será inviable en los procesos
complejos (cohechos, partidos políticos, delitos de gran envergadura, aunque maquillen el plazo ampliándolo hasta 18 meses), el
verdadero objetivo está claro que es dejar tales casos (de corruptos políticos)
sin poder culminarlos, y así quedarán sobreseídos (archivados, por inconclusos, "cierres de casos en falso", y ya sabéis eso de que no se puede juzgar dos veces por la misma causa, ne bis in idem, etc., blablablá...). Pero me atrevo a sugerir algo: que lo que subyace en esta nueva interferencia procesal es un pánico inconsciente por los procesos largos de los cuales también se quieren
librar, aunque no los dejaran llegar a una sentencia condenatoria.]
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