Jean Claude Juncker, siendo primer
ministro de Luxemburgo, acordó con cientos de multinacionales acogerlas en su
Gran Ducado, paraíso fiscal europeo donde dejarían de pagar los impuestos
debidos en sus países de origen. Esto le deslegitima para ejercer su cargo de
Presidente de la Comisión Europea, por muy legal que pudiera ser. El hecho de
que su partido político sea un oxímoron, Partido Popular Social Cristiano (PCS
o CSV, obsérvense las contradicciones en sus propios términos, popular/social,
sólo parcialmente remedadas por el añadido de “cristiano” que ayuda tanto para
un roto como para un descosido), nos anuncia que en su seno caben todos, cuanto
más revueltos mejor.
La actuación de Juncker puede haber sido
legal. Pero ése es precisamente el problema: su legalidad. Como es legal que
los ricos no paguen, eludan las penas de prisión y que se pongan el mundo por
montera.
El President catalán Artur Mas afirma que
la legitimidad política vale tanto como la legalidad. Estaríamos de acuerdo si
quien dijera esto no fuera un político en funciones que queda encadenado a la
legalidad como requisito previo para su legitimación. Trata de justificar, e
incluso inducir, a una desobediencia “civil”, que como su propio nombre sugiere,
implica que el sujeto sea individual (se trata de derechos civiles, humanos,
más que de derechos políticos) y, si fuera colectivo, que surja de la base social,
no de la superestructura económico-social.
Para no repetir el tema tratado tantas
veces sobre la impunidad legal de lo ilegítimo o la legitimidad versus
legalidad, me remito a las entradas 894 del 1/5/14 ú 862 del 10/11/13 ó 955.2 del 15/11/14. (Y para el tema de la acción ilegal legítima contra la legalidad ilegítima, por desobediencia civil, ver Antígona
en la 423.1 de 23/8/2012.)
Y para complicarlo más, ahí lanzo un oxímoron (de términos contradictorios, ejplo.: el ruido del silencio…): the honest graft, la corrupción honesta (no va por la línea de la mentira piadosa), un vocablo que se viene usando últimamente, para daros que pensar.
Y para complicarlo más, ahí lanzo un oxímoron (de términos contradictorios, ejplo.: el ruido del silencio…): the honest graft, la corrupción honesta (no va por la línea de la mentira piadosa), un vocablo que se viene usando últimamente, para daros que pensar.
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