lunes, 8 de diciembre de 2014

978 (L 8/12/14) Rajoy, Maestro y Señor de la regeneradación degeranerada.

El Presidente del Gobierno, excmo. sr. don Mariano Rajoy Brey, tacháaaan..., se autoproclama adalid de la regeneración democrática y de la lucha contra la corrupción, tacháaan..., o sea que admite que los políticos están degenerados.
     Tiene guasa, que un partido político degenerado (mentiroso compulsivo, experto en eufemismos, andrógino del verbo, aplicador de una política económica genocida –ver entrada de ayer-, chuleta con los débiles y sumiso ante banqueros y alemanes, cruel…, vale ya…, no, no vale ya, queda por decir totalmente falto de la más mínima credibilidad) se autoproclame regenerador de la democracia. Dos palabras éstas en que se les traba la lengua, no saben ni pronunciarlas, como cuando mienten (siempre) y hablan del “finiquito en fiferido” o de que “nadie popodrá proprobar que no son inocentes”. De la demoqué? Sabrán lo que es eso… Como gritó Rosa Díez en el Congreso, “no pueden ni regenerarse a sí mismos y dicen que quieren regenerar a los partidos, a las instituciones y al planeta entero!?”, a quién quieren engañar!?
(Gráfico de El País, 30/11/14)
  Puede un partido así, un gobierno así, un presidente así, ser el motor de la regeneración política de este país? La continuidad en su cargo de este Presidente del gobierno paraliza, bloquea, cualquier evolución que no sea para ir a peor. Los corruptos que les salen cada día por las orejas chocan con la pretendida intención de acabar con ellos, lo cual podrían hacer, si estuviera de verdad en su ánimo, despidiéndolos de sus filas ya, sin esperar nuevas leyes que no hacen falta sino que sólo sirven para demorar las acciones, que es lo que realmente pretenden.
   Los proyectos de ley sobre la Transparencia y contra la Corrupción, proclamadas a bombo y platillo desde hace dos años, pero que nunca llegan a entrar en el Parlamento, son meras cortinas de humo para tapar la podredumbre que les sale ya por los entresijos más que por los esfínteres. Por otra parte de nada servirían si a la hora de aplicarlas, como hacen con las vigentes, buscan subterfugios para evitarlas, riéndose de ellas.
    El show se vuelve surrealista cuando, encima, nos dan el espectáculo de arrojarse la mierda unos a otros, como si de una tomatina se tratara, incluso en el Parlamento. Y tú más! como si este exabrupto eximiera de las culpas propias. Cuán largo se nos va a hacer el tiempo que tarden en salir disparados de sus puestos.

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