miércoles, 3 de diciembre de 2014

973 (X 3/12/14) Puro y duro exhibicionismo

Intento de auto-regeneracón? Auto-retrato de un viejo verde, se podría titular esta entrada. Viejo, por la edad. Verde, porque, a pesar de la edad, no hay modo de que madure. Lo que me permite desnudarme como lo voy a hacer, aunque realmente sea por exhibicionismo. Niños y débiles, fuera.
Se pregunta un lector de este blog cómo se explica que siendo sus (mis) textos tan interesantes, los comentarios y aportaciones de los lectores sean tan pocos. Y eso me pregunto yo. Intentaré dar respuesta. (Debo advertir que los comentarios me llegan a través de la red, -Google+ principalmente, donde me siguen 1.983 lectores potenciales- por donde las difundo a las 6:15 horas de cada mañana.)
       Me cansa que me repitan tanto la misma pregunta: es usted profesor? Alguno ha llegado a creer que soy juez. Supongo que mi gesto es grave y mi lenguaje “culto” (realmente es pedante), pero mi atuendo es desaliñado, aunque eso parece aceptado en estos nuevos tiempos, incluso como pose, o como que prescindo de lo banal.
        Amplío mi campo de observación y observo que mucha gente piensa que soy un tipo muy, muy, inteligente. Ya me lo decía mi madre. Eso significa que he sido capaz (y esa facultad sí que la acepto) de engatusar a la gente que me rodea haciéndoles creer  que soy justamente lo contrario de lo que realmente soy. Incluso políglota. Que no puede ser más falso. Lo que me obliga a no mantener relaciones duraderas pues con el tiempo me llegan a conocer y se percatan del fiasco. De ahí mi esquivez, mi timidez, mi brevedad en los encuentros, en definitiva, mi huida permanente hacia adelante. Insociable total.
       Inteligente yo? Ante tamaño desafuero y por alusiones tengo derecho a defenderme. Porque la realidad es que mi inutilidad es tal que me puede ocurrir, como en efecto me ha ocurrido, que una vez intenté clavar una púa con la cabeza al revés, o sea, con la punta dirigida hacia mí… hasta que me percaté de mi error: esa púa había que clavarla en la pared de enfrente, o sea, en la que estaba a mis espaldas.
       Pero bueno, puedo mirar esta página... y resulta que escribo. Lo que no digo es que sea bueno. La prueba de que este blog no vale un pimiento, es que no hay quien lo entienda, es pedante, y sólo lo leen los que, siendo mis amigos, les doy pena.
    Presentaba una película mía en el festival de San Sebastián cuando un par de adolescentes se acercaron para entrevistarme. Cuando me autodefiní como un perdedor, no tardaron ni un segundo en darse la media vuelta y escapar corriendo, literalmente corriendo, supongo que para no contaminarse.
       Busco y rebusco y no encuentro nada bueno. Todo el mundo tiene algo que valga la pena, no? Veamos... sinceridad? esto parece un alarde de franqueza… Pero mucho me temo que no sea más que una trampa, para inclinar al lector en mi favor y que sea condescendiente con mis fallos. Además, tanta autoincriminación, si es sincera, hará de mí alguien rígido, inflexible, que no acepte fallos en los demás. Por ejemplo, en el tema de la puntualidad. Así que ni eso, vamos, que si fuera verdad que estoy siendo sincero, y no un burdo manipulador, lo correcto sería diagnosticarme como intolerante, brusco, insoportable, y todo lo que queráis añadir, hay barra libre. Lo cual, en efecto, puedo corroborar que es verdad.
      Ahora ya podéis entender mis comentarios en mi perfil: abogado sin bufete, antropólogo sin título, escritor sin lectores… y no sé cuántas cosas más. A cual más falsas todas, por supuesto, no porque no sean verdad sino porque no me las creo ni yo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario