Economía
feminista
(Subversión
feminista de la economía, Dra. Amaia Pérez Orozco,
Edit. “traficantes de sueños”, 2ª edic., octubre
2014)
El texto, que se compone de
una introducción, cinco capítulos y un epílogo, propugna la centralización del hogar en la economía desplazando del centro a los mercados
(Economía, οικοΣ-νομία : regulación del hogar):
El
conflicto marxista capital/trabajo se nos ha quedado chico: hoy preferimos
identificarlo como conflicto entre capital acumulado y sostenibilidad
de la vida. Una vida
sostenible como objeto y naturaleza de la economía es más amplia que lo que
entendemos por economía. Además de producir, consumir, etc., hay otras esferas
que forman también parte de la economía por más que el capital, núcleo del
sistema, las ignore y oprima para hacerlas invisibles, tales como por ejemplo
los trabajos no remunerados sin los cuales el BBVA no podría existir, y menos
aún disfrutar de sus privilegios. El protagonista privilegiado es un Varón
Blanco Burgués Adulto (BBVA) con una funcionalidad normativa: heterosexual. Así
como los recursos materiales de la industria necesitan su mantenimiento para
poder servir a los fines que les son asignados, así también el BBVA necesita un
hogar, por ejemplo, donde descansar, restaurarse y vestirse…, todo lo cual
requiere un trabajo, por más que pase ignorado. Trabajo que forma parte de la
economía. Porque la parte visible del BBVA como iceberg sólo es posible
apoyándose en el resto del cuerpo social y económico (el de la sostenibilidad
de la vida) que tiene tanta o más envergadura que la parte superior que se ve.
Esta parte sumergida sin la cual no podría sobrevivir el sistema está
feminizada, no sólo por considerarse de menor rango sino porque además en gran
parte lo producen las mujeres. La verdadera transformación del sistema consiste
en desplazar estas esferas invisibilizadas desde la periferia en que están al
centro que hoy ocupa el BBVA. Poner la sostenibilidad de la vida en el centro
del sistema es, pues, una actuación feminista. Sólo así podremos superar el
dualismo desigual de géneros. Sólo acabando con la división sexual del trabajo
lograremos la igualdad entre los géneros. Pues todavía se rechazan las
ambigüedades y se obliga a que los transexuales se definan por uno de los dos sexos.
En
el nuevo capital neoliberal los mercados son un conjunto de estructuras que
permite que unas pocas vidas (el el 1%) se impongan como las dignas de ser
sostenidas (y en su caso, rescatadas) a costa de todas las demás (el 99%).
Al
campo que ocupan los mercados (públicos y masculinos) hay que añadirles, además
de los hogares (ocultos y femeninos), el Estado para proveer servicios públicos
(asistencia social, dependencia…) que liberen a la mujer de esa doble carga que
ha asumido al entrar en el mercado de trabajo. Si la responsabilidad en los cuidados debe ser compartida en los
hogares entre hombres y mujeres, en lo macro
la responsabilidad deberá ser compartida entre los hogares y el sector público.
Cuando
hablamos de sostenibilidad de la vida
no sólo incluimos las actividades no remuneradas, incluso las afectivas, como
parte integrante de la economía sino que exigimos generar condiciones para una
vida que merezca ser vivida, por todos, y no sólo por una minoría.
En
nuestra sociedad actual el epicentro lo ocupa el capital acumulado que margina
al trabajo no remunerado por considerarlo menor y feminista. Incluso llega a
ocultarlo (invisibilizarlo). Cuando en realidad la calidad de una sociedad
debería medirse por la calidad de vida de sus miembros más débiles.
El
capital del nuevo liberalismo es heteropatriarcal, antropocéntrico,
androcéntrico y (neo)colonialista. El heteropatriarcado hace referencia a los
trabajos no remunerados y a esferas invisibilizadas de la economía. (No se
trata de que sean simplemente invisibles sino que el sistema actúa de manera
que queden ocultas para evitar conflictos sociales.) El capitalismo opera en el
mercado y en lo público mientras que el patriarcado lo hace en lo
privado-doméstico.
La
parte oculta de la economía (el trabajo no remunerado, los cuidados, el hogar…)
provee el ajuste en las crisis económicas
El
Estado
del Bienestar se ha basado en la explotación de la naturaleza, en el
expolio del Sur global y en la invisibilización de los cuidados prestados y
trabajos no remunerados, que han sido feminizados. Su mal está en la raíz al
ponerse al servicio del proceso de acumulación de riqueza, que disfruta una
minoría a costa de que la gran mayoría ponga su vida al servicio de esos pocos.
El Estado del Bienestar es un parche, una válvula de escape de un sistema
injusto para amortiguar el estallido de conflictos sociales.
Nueva
nomenclatura: Una nueva realidad necesita nuevas palabras, para evitar
el sesgo y la contaminación de vocablos pervertidos por sus connotaciones
negativas. El lenguaje, generado en un sistema patriarcal, expresa y
reconstruye las relaciones de poder, es un terreno de lucha política, y exige
una conducta de desobediencia lingüística, mal que les pese a los pacatos que
rechazan el lenguaje feminista por snob e innecesario. (Vaya como un brindis a
los que sufren de urticaria, como Javier Marías, cuando ven la “x” ó @
bigenérica: Nadie empieza y acaba en sí mismx, en un espacio ajeno al de lxs
otrxs...)
Tres
ejemplos de nuevos significados: crisis, producción, economía real. Cuando se
habla de crisis se refieren a la esfera de la valoración del capital mientras
que nosotros utilizaremos el concepto para significar los procesos que ponen en
peligro la sostenibilidad de la vida. El término producción de riqueza es
engañoso porque al no ponerle límites a la acumulación del capital lo que
produciremos es un daño y a la larga una ruina mientras que nosotros no lo
escindiremos de la reproducción. En cuanto a la economía real (producción y
consumo de bienes y servicios) se habla de ella como contrapuesta a la
financiera (donde lo que se compra y se vende es el propio dinero) mientras que
para nosotros es un espacio mucho más amplio ya que abarca otras esferas que,
por más que estén ocultas, invisibilizadas, por no remuneradas, forman parte de
la economía.
Glosario:
Austericidio: término erróneo
que se aplica a la política neoliberal de la austeridad (déficit cero,
prioridad de los intereses financieros sobre los derechos humanos). Significa
lo contrario de lo que se pretende: matar la austeridad (homicida, matar a una
persona, fratricida, matar a un hermano; uxori-cida, matar a la esposa,
austericida: acabar con la austeridad, que es lo que pretendemos nosotros pero
no la política neoliberal.) De donde que propongamos otro término, austérico, por ejemplo, ya bastante
admitido.
BBVA: Varón Blanco Burgués Adulto. (Se
añade “h” para hetero-patriarcal.)
crisis: financiera que
deviene en económica para lo cual se aplica el remedio del déficit cero, cuando
en realidad es consecuencia de un sistema que expolia la vida (humana y no
humana).
cuidados: asistencia
privada y oculta en las desesidades
(necesidades deseadas) de dependientes, niños y ancianos, y del propio BBVA,
sin las cuales el BBVA no podría sobrevivir en su lucha masculina y exclusiva
de acumular el máximo de capital.
decrecimiento: vivir “mejor con menos”.
deuda: la bicha del sistema neoliberal.
Los grandes capitales se libran de ella socializándola (echándole la carga a la
gran mayoría que ellos parasitan).
desesidades: necesidades deseadas (por
contraposición a las necesidades
consideradas
como tales por los Otros, de suerte que se luche por los deseos de otros.)
estrabismo
productivo:
supone un nexo lineal inevitable entre empleo, salario y bienestar. Para
solucionar las crisis económicas propone aplicar políticas de estímulo a la
producción y al consumo. Propugna mercados auto-regulados, lo que implica un
Estado inhibido al máximo posible. Para el capital la vida y su cuidado es un
asunto privado a resolver por las mujeres.
financiarizado: traspasado del
mercado económico al mercado financiero.
Cosa
escandalosa:
el sistema económico-social en el que vivimos.
gestiones
comunales:
para suplir las carencias de los servicios públicos.
heteropatriarcal: lo que hace
referencia a los trabajos no remunerados y a esferas invisibilizadas de la
economía.
invisibilizado
en
lugar de “invisible” hace referencia a su ocultamiento activo por el sistema
para evitar (o amortiguar) el conflicto social. Hace referencia a la ausencia
de su reconocimiento.
Lxs: los, las les.
refinancierización: proceso de
transmutar los procesos económicos en financieros.
sostenibilidad
de la vida:
verdadero sentido de la economía que engloba tanto los mercados como los
hogares, que es donde realmente se gestiona la vida económica (tanto la
monetizada como la no remunerada, los cuidados y hasta la afectiva, incluyendo
la reproducción). La apuesta feminista es ponerla en el (epi)centro. Es la despensa
que depreda el capital para mantener sus tasas de ganancias.
teocracia
mercantil:
mirada hegemónica: con motivo de la crisis financiera y la deuda consiguiente,
aplica la política austérica neoliberal que agrava los problemas que pretende
saber solucionar. Los economistas neoliberales actúan como sacerdotes del
dios-Dinero.
trabajador
champiñón: es aquél que sólo importa en la medida en que se incorpora al proceso productivo. Se parte de la idea de que la gente brota en el mercado dispuesta a trabajar y/o consumir por generación espontánea.
En el
cap. I del libro se trata la sostenibilidad de la vida como
verdadera naturaleza de la economía. El punto de vista del oprimido debería
tener la preferencia. Nuestro objeto son sujetos libres, son procesos, así como
sus relaciones entre sí, lo que los hace cambiantes e impredictibles y nos
recuerda que no podemos intentar una verdad universal. En esta esfera entra la
reproducción como aprovisionamiento social y se trata de atender los procesos
de satisfacción de necesidades humanas así como de ampliación de capacidades y
libertades (desarrollo humano, según
el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo, que no tiene que ver con el
desarrollo equiparado con la expansión mercantil). La producción y la
reproducción interactúan en un circuito integrado. Para lxs feministas hay una
“pobreza oculta” en la dependencia de ingresos ajenos: en ese sentido una
esposa oprimida que gasta 100 con ingresos de un marido opresor es más pobre
que una madre soltera que sólo puede gastar los 50 que gane, por no hablar de
la autoestima. También hay “pobreza (de tiempo”) cuando el tiempo libre es
escaso e insuficiente para “vivir”. Las desesidades y cuidados a satisfacer son
tanto materiales como inmateriales (emocionales), siendo indisolubles ambxs. El
capital desplaza los afectos afuera de los mercados. Es hora de reconsiderar
que los cuidados desplacen a los mercados del centro del sistema y que tengan
que ser prestados como remunerados. Y que en lugar de prestarlos como hasta
ahora principalmente por las mujeres, se realice por el Estado o gestiones
comunales.
Todos
necesitamos cuidados, porque nuestras vidas son vulnerables. Los cuidados
están entre el trabajo, el consumo y el ocio (el trabajo como castigo es una
noción judeocristiana de donde el que “si disfrutas no es trabajo”); entre el
mercado y el no-mercado, entre la autonomía y la independencia, entre lo
público y lo privado, entre lo colectivo y lo individual.
En
suma, hay que poner el capital al servicio de la “vida” y no al revés como
ocurre en nuestro tiempo. Pues actualmente son los sujetos invisibilizados los
que asumen la responsabilidad de sostener la vida en un sistema que la ataca.
La reducción de servicios públicos provoca la desigualdad. A la mujer se la
sitúa en la clase social de su marido. La expansión económica de las empresas
ávidas de acumulación de la riqueza no garantiza la vida sino que la ataca, por
lo que más que económica es anti-económica.
En el
cap. II tratamos el conflicto de la sostenibilidad de la vida con la
acumulación de capital: los mercados capitalistas, cuyo fin es generar para una
minoría beneficios privados, se sitúa en el epicentro reconocido del sistema y
pone la vida de una gran mayoría a su servicio. La economía real se ha
supeditado a las finanzas. Y el modelo se basa en la desigualdad (estructural)
y la reproduce. “Desarrollo sostenible” ha devenido en oxímoron (contradictio in terminis). Porque la
acumulación es un proceso imparable e insaciable. Si se para, deja de crecer y
de tener interés para los acumuladores. Y el hogar deviene en unidad de
producción así como de consumo, aunque ello implique la mercantilización de la
vida íntima..
De
acuerdo con Varoufakis, la deuda se vuelve trampa cuando se
hace impagable. La trampa es además estafa cuando se traspasa la obligación de
responder a la deuda a un colectivo al que no le corresponde.
Se
ha demostrado incoherente la pretensión del capital de hacer compatible la
recuperación de beneficios con el mantenimiento de los salarios. Se proponía
que el Estado del bienestar garantizara las condiciones de vida a través de los
mecanismos de mercado. En la realidad el Estado se ha inhibido de su papel
mediador y ello lo ha hecho mediante la privatización de los servicios públicos
cuyas ingentes tareas, cada vez más, se vuelcan en man0os de (las mujeres en)
los hogares. En la realidad se ha reforzado el papel hegemónico de los mercados
y se han atacado las condiciones de vida para recuperar las tasas de ganancia y
socializar los riesgos del capital (re)privatizando los de la vida (por no
hablar de la garantía de los derechos humanos.) Aunque por ganancia no debemos
entender sólo el dinero, también interesan el estatus y el ejercicio del poder.
Todo
aquello que constituye vida termina siendo reducido a su faceta de input para el proceso de valorización.
Hasta las mismas personas devienen en recursos
humanos. Incluso el tiempo hemos tenido que ajustarlo a los horarios y las
jornadas laborales. Hasta el espacio se ha subordinado al capital: como ejemplo
ahí tenemos la prioridad y prepotencia de los vehículos arrinconando los
espacios de ocio y esparcimiento en beneficio del tráfico rodado.
Las
obligaciones del Estado de las que se ha venido inhibiendo van desde las
telecomunicaciones al agua pasando por el suministro de energía, precios
máximos y mínimos, salarios máximos y mínimos, además de la sanidad, la
educación y la asistencia, la justicia y/o la remuneración y aseguramiento de las
tareas domésticas. Al enfrentarse el capital con los trabajos, tanto los
asalariados como los no remunerados, el capital se enfrenta con la vida.
Es
más, la inhibición del Estado en sus obligaciones se ha complementado con un
aumento de sus actuaciones de represión, descaradas subvenciones y exenciones
fiscales a los grandes capitales. Se rescatan bancos mientras se desahucian
personas. Puede decirse sin temor a exagerar que el Estado liberal (económico y
político) va de la mano del Estado represor (cívico y social); más aún, a un
mayor descontrol del mercado auto-regulado va unida una mayor represión, dadas
las desigualdades que se originan.
En
el cap.
III veremos que la economía de rebusque, invisibilizada y de retales, privatizadas
y feminizadas, son las estrategias de supervivencia que se desarrollan en los hogares,
más acá del mercado. La expansión global se manifiesta en las
emigraciones y hogares transnacionales. Se reagrupan las familias extensas por
la imposibilidad de los hijos para tener autonomía y vivienda propia. Son
esferas de la economía socioeconómicas ocultas que integran la producción con
la reproducción. Pero la responsabilidad privatizada, femenina, invisibilizada,
hay que substituirla por una responsabilidad colectiva. En efecto, es en los
hogares donde se sigue intentando generar cotidianamente el bienestar. Hay una
vuelta al trabajo agrícola, a las tareas domésticas y al mercado sexual como
medios in extremis para paliar las
carencias de ingresos debidas al desempleo y a la precariedad de los trabajos.
Incluso el trabajo infantil!
Es de notar que, al ser invisibilizados,
los trabajos no remunerados no se reconoce como una contribución al conjunto
social y por lo tanto no genera derechos sociales. Y si es inmigrante su
invisibilidad económico social es absoluta, pues no se les considera sujetos políticos.
La
ética
reaccionaria del cuidado prioriza el bienestar ajeno por encima del
propio. La autosuficiencia masculinizada se apoya en una inmolación feminizada.
A diferencia de las estrategias globales (el dinero no tiene patria) de
valorización (acumulación) de capital, las de supervivencia son locales y se
vinculan fuertemente al territorio. Por otra parte lxs dependiente arriesgan
perder sus propias ideas y autoestima al sufrir la influencia de sus
cuidadorxs.
Pero
el papel de los hogares se sigue encuadrando en el sector social, no en el
económico, a pesar del impacto inmediato y evidente que tienen en el bienestar
general, del que disfruta especialmente el macho-alfa. El paro deprime al varón
tanto como estimula la imaginación y actividad de la mujer para buscar ingresos
alternativos. A pesar de que su actividad se supone que la realiza por amor,
pues si lo hiciera por dinero se la podría asimilar a la puta, que “trabaja”
por dinero. La ética del cuidado es también reaccionaria por apuntalar el
injusto Estado del bienestar haciendo de colchón en el conflicto capital-vida.
El
trabajador
champiñón es aquél que sólo importa en la medida en que se incorpora al
proceso productivo. Se parte de la idea de que la gente brota en el mercado
dispuesta a trabajar y/o consumir por generación espontánea. Pero estos recursos son personas (recursos humanos) cuyas vidas han de ser
sostenidas en un plano más acá del
mercado. PORQUE LA VIDA, EN UN SENTIDO MULTIDIMENSIONAL Y HOLÍSTICO, NO SE
RESUELVE EN LOS MERCADOS: NO ES EL CONJUNTO SOCIAL EL QUE ESTÁ EN MANOS DE LAS
EMPRESAS SINO TODO LO CONTRARIO, SON LAS EMPRESAS LAS QUE DEPENDEN DE QUE
FUNCIONE ESA ESFERA “MÁS ACÁ DEL MERCADO”. Conviene saber que se dedica más
tiempo al trabajo no remunerado que al trabajo remunerado. Y que la ampliación
del bienestar puede y debe estar en su faceta cualitativa. El trabajador
champiñón acude al mercado con sus desedidades ya resueltas. El “hongo” de
Hobbes, “seta venenosa” para Celia Amorós, es el Homo Oeconomicus de Robinsón Crusoe. Es en el espacio oculto de
sostenibilidad de la vida donde se apoya el espacio mercantil de valoración (y
acumulación) del capital. Es en el espacio oculto donde se regenera la fuerza de
trabajo del espacio mercantil.
La economía feminista no contempla el hogar
como “home, sweet home” sino como un escenario de conflicto cooperativo. No
sólo porque se rige por normas heteropatriarcales sino porque responde a
criterios de amor y parentesco, género y sexo, más que funcionales.
Que
la mujer es un sujeto no económico lo demuestra el reconocimiento social de su
actividad que es tanto mayor cuanto menor sea su valor económico. Y el hecho de
que hasta hace poco se les reprochaba, si entraban en el mercado salarial, que
estaban quitando un puesto de trabajo a los varones. Con el añadido de que su
entrada en el mercado laboral no le quita su responsabilidad doméstica lo que la obliga a un doble esfuerzo y encima
peor remunerado.
Los
recortes del gasto público se inclinan más por el sector asistencial y de
trabajos no remunerados lo que amplía la brecha de la desigualdad.
En
el cap.
IV se denuncia que la producción sin límites genera precariedad,
incertidumbre, exclusión y desigualdades. Lo que se traduce en falta de
derechos y crisis de reproducción social. Hablamos de reproducción social por
contraposición a la producción sin límites que impone el capital. La crisis de
reproducción social nos incita a apostar por el ecologismo y el decrecimiento.
La frase de James Marks en 2009: “nuestro código postal pude tener más
importancia que nuestro código genético” hace referencia al medio en que
vivimos y que nos afecta tanto o más que nuestro ADN, sobre todo en materia de
salud.
En
un marco ecológico, generar riquezas, sin ponerle límites, es algo que nos
lleva indefectiblemente a la destrucción de la riqueza. Procede, pues, revisar
el contenido de los conceptos producción, crisis, desarrollo, riqueza,
bienestar, trabajo… Y desfinanciarizar
el sistema, poniendo las finanzas al servicio de la economía. Y rechazar la
idea de que la naturaleza es un mero recurso para el progreso. Para lo cual
habrá que incluir los derechos de la Tierra entre los derechos fundamentales.
Generar riqueza (monetaria) no reproduce vida sino que la ataca. Urge la
revisión de los contenidos de los términos económicos. Así los conceptos de
femenino/masculino, civilizado/salvaje, occidental/no occidental (periférico),
blanco/negro…, razón/emoción, alma/cuerpo, autosuficiencia/dependencia…,
mercados/hogar, público/doméstico, producción/reproducción… La escisión entre
lo económico y lo social se hace patente cuando se contrapone lo
económico/objetivo/masculino con lo social/subjetivo/femenino. Un comienzo será
encontrar términos “bisagra” que cubran ambos campos sin excluirse uno al otro.
Esta
Cosa escandalosa en que (mal)vivimos se apoya en una falta de responsabilidad
social colectiva, en la ética reaccionaria femenina del cuidado y en las
desigualdades consiguientes.
En
el cap.
V se propone un decrecimiento ecofeminista: vivir
“mejor con menos”. Si lo común tiene
que constituir tanto nuestro punto de llegada como de salida, tenemos que
reducir el consumo mercantil y controlar los recursos energéticos, al tiempo
que hacemos púbica la esfera de la economía invisibilizada y ampliamos,
compartiéndolas, las actividades comunales y no remuneradas. No es sino
estúpido estresarnos por ganar dinero sin dejarnos tiempo libre para
disfrutarlo.
(De mi cosecha:) Qué
haces todo el día tumbado? Estoy bien así, feliz. Pero si trabajaras podrías
ahorrar dinero… Y? Y con ese dinero podrías realizar inversiones… Y? Y con las
inversiones podrías ganar más dinero… Y? Y cuando tuvieras mucho, mucho dinero,
podrías descansar y ser feliz. Sí? pues eso es lo que hago. (Aparte de que ese
final feliz no cabe en esta historia de ambición que nunca cesa porque nunca se
sacia.)
Trabajando
menos horas liberaríamos tiempo para disfrutar del ocio. Optar por la alegría
nos liberaría del complejo judeocristiano de culpa que nos hace sentirnos
culpables hasta por estar alegres, al rebelarnos contra el estigma de la culpa
original en este “valle de lágrimas”. Hay que sustituir la meta del bienestar
por la de felicidad. El discurso de la teocracia mercantil según el cual “todos somos culpables” le sirve al
capital para la imposición de sacrificios
a mayor gloria y beneficio de la minoría privilegiada. Las vidas de la gran
mayoría expoliada son víctimas de decisiones tomadas en esferas ajenas e
inaccesibles. El “trabajo” es entendido como castigo divino (bíblico).
Hay
que condenar el Estado del bienestar por haberse sostenido sobre la depredación
medioambiental, el expolio de países periféricos y la división sexual del
trabajo.
Para
ello conjuguemos la acción del Estado con la auto-gestión, los servicios
comunales y los servicios públicos con participación comunitaria. El elemento
cohesionador debe ser la búsqueda de una responsabilidad colectiva.
No hay comentarios:
Publicar un comentario