(En
su artículo de prensa “Virtudes y peligros del populismo”, cuyo mejor exponente
le parece el peronismo, el historiador José Alvarez Junco propone el siguiente
test de rasgos para identificar a los movimientos populistas. No valora el
número de aciertos necesario para
merecer tal adjetivo.)
1.- Lo primero es que los movimientos o
personajes políticos a quienes se llama “populistas” basen su discurso en la
dicotomía Pueblo/Anti-pueblo. El primero, el pueblo, no hace falta aclararlo,
representa el súmmum de las virtudes; mucho mejor nos iría si le dejáramos
actuar, o al menos le escucháramos. Su antítesis, el anti-pueblo, es la causa
de todos los males: y son la oligarquía, la plutocracia, (las elites extractivas, añado yo) que en el discurso dominante
hoy, en España, sería la “casta política” o “el régimen del 78”, a quienes se
oponen “los ciudadanos” o “la gente (decente)”. Por “pueblo” no debe entenderse
el proletariado o las clases trabajadoras, sino la gente. Invocar la voluntad popular, como ocurre con los dictados
divinos para los creyentes, permite saltarse la exigencia del respeto a la ley.
Prospera cuando los partidos tradicionales están desprestigiados hasta niveles
escandalosos.
2.- Un segundo rasgo común a los
populismos es la ausencia de programas concretos. Los proyectos de los dirigentes
populistas están inspirados por los deseos más grandiosos (“salvar al país”,
establecer una “democracia real”), pero no dicen cómo piensan hacerlo. Estoy en
contra de todo lo que está mal, declaró una vez el inefable
Ruiz Mateos.
3.- Tercer rasgo: en su discurso dominan
los llamamientos emocionales que dominan sobre los planteamientos racionales. Hay
que superar la ineficaz verborrea que domina la política actual: no se trata de
hacer pensar a sus oyentes sino de movilizarlos. Una movilización que suele ser
extra-institucional, por cauces ajenos a los previstos por el “sistema”.
4.- Cuarto: a juzgar por sus proclamas,
nadie puede llamarles anti-demócratas; al revés, el gobierno del pueblo es
justamente lo que anhelan. Su principal objetivo es establecer la igualdad
social, favorecer a los más débiles. Desde esta perspectiva, muchas dictaduras
pueden declararse “democráticas”; la Cuba de los Castro, por ejemplo, un
régimen que no convoca elecciones libres y plurales pero que presume de grandes
logros educativos o médicos para las clases populares.
5.- Un líder mesiánico que mantiene una
línea directa con el pueblo.
7.- Como virtudes, hay que reconocer que
fascinan por su juventud y su entusiasmo, su agudeza en criticar sistemas
políticos anquilosados y su propósito de modernizar las instituciones
democráticas. Hasta los más escépticos pueden aceptarlos pues difícilmente
serán peor que lo que tenemos.
Así que Podemos, ya sabéis, a concretar
(2); sin saltarse las leyes (1): si son injustas, modifíquense. Y huid del
culto personal (5) fomentando la diversidad, la crítica interna, la pluralidad,
el debate (3) y el control permanente en las asambleas (4). Y no olvidéis que
el principio de toda inmoralidad es que “el fin justifica los medios” (a la
mayor gloria de dios se han cometido las mayores tropelías de la Historia): en
nombre del pueblo y de los objetivos más excelsos no se puede purgar a los
oponentes ni evitar que se haga oír la gente. En cuanto al párrafo 6 ya os
habéis adelantado, creo, exigiendo la firma de la renuncia al tiempo que firméis la
aceptación del cargo. Y respecto al 7, claro que podemos, sí que podemos. Así
que al tajo, aunque no sea gerundio.
El Consejo de Coordinación de "Podemos" (la Ejecutiva, 10 + 1) paritario |
Hay quienes añaden algunos rasgos más, como los que mantienen:
8.- el objetivo de demoler las instituciones y el sistema de partidos (cirujía que nos parece necesaria), o
9.- la estrategia de enfrentar a la base electoral contra el enemigo a batir, sean los nacionales contra los inmigrantes, o los ciudadanos contra la clase dominante o los nacionalistas contra Bruselas. Supongo que llaman populistas a los movimientos que utilizan este enfrentamiento como leit motiv u objetivo principal.
En todo caso, adoptados los nombres (la
casta…) y los verbos (podemos!...), ha llegado la hora de las preposiciones,
conjunciones, adverbios…: cuándo? dónde? cuánto? cómo?...
Acabo. Si el populismo consiste en intentar ganarse los votos con falsas promesas y mentiras, no cabe duda de que el gran populista es el partido de este gobierno, el PP. En cuanto a Podemos no cabe pedirles cuentas de lo que han hecho porque acaban de nacer: yo los veo más bien ingenuos. O naifs. Pero voy a dar(les)(nos) una oportunidad.
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