La táctica de los gobiernos autoritarios (sobre
todo si son crueles y torpes y aves de rapiña) para hacerse creer aunque mientan
con descaro, es confundir al personal con términos ambiguos y eufemismos que terminan
distorsionando su lenguaje, y por ende sus discursos. Es el caso de la política
de austeridad presupuestaria impuesta por nuestro gobierno que ha llegado a
diseñar un nuevo vocablo, el austericidio, con un significado contrario al que
intenta expresar. O la atribución al mercado de nuestras contradicciones.
Recordamos lo
dicho el 6/5/13 en la entrada 676 de este blog al denunciar el error de llamar
austericidio, por los males que acarrea, a la política de austeridad aplicada
por este gobierno, en connivencia con el Bundesbank y la UE. Pues el término lo
que realmente significa es “matar a la austeridad”, justamente lo contrario de
lo que se pretende expresar con ella. No es homicidio matar a
una persona? no es suicidio matarse a uno mismo? no es uxoricidio matar a la
esposa? Pues austericidio debería significar, y significa, la supresión de esa
política. Usemos, pues, este término para atacar a la política de austeridad y
no para denunciar los daños que ocasiona. Una política de austeridad que mata
es una política asesina, que nos mata a nosotros más que matarse a sí misma, pero
somos nosotros los austericidas cuando atacamos la política austérica (un
término horrible pero que al menos no confunde sobre su contenido).
Dicho
lo cual, nos hacemos eco de las contradicciones en que caen los defensores a
ultranza de un mercado auto-regulado. Se oponen a una política monetaria que
inyecte liquidez al sistema y apoye a una política económica expansiva, sobre
la base de que el mercado sabe lo que hace y nosotros debemos hacer lo que el
mercado quiera. Sin percatarse de que el mercado financiero está clamando al
cielo, pidiendo a gritos, que los gobiernos desistan de su política de masacrar
a las clases menos favorecidas. Que se quiten de una vez el miedo a la
inflación que dicen que podría acarrear la aplicación de una política
expansiva. Si los tipos de interés no suben no es porque los mercados urdan
extrañas añagazas para confundirnos y engañarnos sino porque, sencillamente, en
una situación depresiva de la economía no es un peligro la inflación sino todo
lo contrario, su remedio. Cuando los economistas conservadores (llamémosles por
su nombre: reaccionarios, secuaces de las elites) pretenden interpretar lo que
los mercados quieren, sólo demuestran que no saben nada. Lo que el dinero
barato demanda es que se le mueva, que se realicen inversiones públicas, que se
active la economía deprimida. Como dice Krugman, “cuando algunos hablan acerca
de lo que el mercado nos exige, lo que en realidad hacen es tratar de
intimidarnos para que hagamos lo que ellos quieren” (aunque con ello les vaya mal
incluso a ellos, añado yo).
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