He seguido con entusiasmo el movimiento
naif de los indignados desde su nacimiento. Me ha rejuvenecido. Y no acabo de
creerme que la concienciación política de la sociedad civil haya permitido el
ascenso fulgurante, imparable, de “Podemos”, hasta el punto de convertirse en
la primera fuerza política, al tiempo que, por fin, se hunde en su propia sentina
el partido que soporta este gobierno de nefasta memoria.
El
tesoro de regeneración real que este nuevo movimiento nos ofrece corre dos
graves peligros: uno, que al tocar poder se contamine. “En cuanto al dinero, mi
señor, no hace falta fijarlo de antemano: solamente póngame donde lo haya”. El
peligro es tan real como continuo, por lo que los instrumentos de control
contra el menor atisbo de corrupción, empezando por el nepotismo y el ejercicio
de influencias, deben estar permanentemente
en estado de alerta para cortar de raíz cualquier brote de contaminación.
Este tema, con ser “negativo”, me parece el más importante, más incluso que
cualquiera de los programas que se apliquen para la creación de empleo o contra
la desigualdad económica.
El
otro peligro, más sutil, es la deriva ideológica que el partido deberá
irremediablemente tomar para identificarse, pues su transversalidad permite la
entrada de miembros incompatibles entre sí. Cómo podrían subsistir juntos un
libertario anarquista con un facha reaccionario? es que se espera que el propio
desarrollo de las actividades vaya expulsando de su seno, de un modo natural, a
quienes no las acepten? no parece más bien una estrategia electoral para sumar
votos como sea? habrá que seguir atentamente su evolución en este punto.
Y por último, la prudencia y la serenidad deben presidir el inevitable
desmantelamiento del poder financiero, el mediático, el militar y el religioso,
pues ya en Telemadrid se han atrevido a injuriar: “…matarán a gente si tienen posibilidad.
Matarán por cuestiones políticas. No nos cabe la menor duda”.
Por
lo demás, podemos! claro que sí, que podemos. Juntos, podemos. Sí, se puede! sí
se puede!
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