No soy antisemita. Ni me gustan los que lo
son. Que son más de lo que ellos mismos creen. Por ende, entiendo que a los
israelitas, acosados por continuas amenazas de exterminio de sus vecinos islamitas y
hostigados por Hamás, que no sé muy bien a quiénes representan, se les salten los
nervios y pasa lo que pasa. Que después de seis guerras y dos intifadas desde hace 67 años, repiten lo que ya hicieron en 2008, incursiones bélicas terrestres en territorio palestino.
Pero de entenderles a justificarles por su
reacción desproporcionada y masacres a civiles, niños y mujeres, hay un abismo.
Lo que han hecho en la franja de Gaza excede toda comprensión y tolerancia. La
comunidad internacional no puede permitir tales excesos y debe actuar contra
los responsables con toda celeridad y contundencia.
Por eso me repugnan tanto su irreversible
política de colonizaciones, de hechos consumados, integrando a sus ciudadanos-agricultores en zonas
invadidas, como su genocidio con los gazatíes. Porque la desmesura de su
reacción contra Hamás no sólo viola todas las reglas del derecho internacional
sino que repugna a cualquiera que tenga un mínimo de sensibilidad. Y por ello,
los miembros del gobierno israelí responsables de esa masacre brutal e indiscriminada,
deberían someterse de inmediato al Tribunal penal internacional por delitos de
guerra y genocidio. La
Unión Europea no puede seguir actuando de convidado de piedra al inaceptable espectáculo
que está dando la extrema derecha del electorado radical israelí.
Lo digo yo que respeto y creo entender a
los judíos. Porque no se merecen tener ese gobierno.
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