Joaquín
Villalobos, que fue
guerrillero salvadoreño y es consultor para la resolución de conflictos
internacionales ve así la reciente evolución de la América Latina, en su artículo:
Inteligencia, paciencia y mucho diálogo
Latinoamérica logró progresos democráticos
extraordinarios, pero con pocos resultados para los pobres. Continuó siendo la
región más desigual del planeta. El consenso de Washington adelgazó a los
Estados y volvió obesos a pequeños grupos del sector privado. Fue una
liberalización a medias que le dio continuidad al modelo extractivo y no a un
capitalismo de amplia base empresarial. La democracia elevó la demanda social,
pero las políticas económicas empobrecieron la oferta social y de seguridad del
Estado.
Guatemala redujo dramáticamente su poder
coercitivo como consecuencia de la liberalización económica y no por la guerra
insurgente que sufría. El resultado fue un vacío de poder que llenaron grupos
criminales y lo mismo ha ocurrido en Honduras y El Salvador. Países con
ausencia o déficit severo de Estado tomaron dogmáticamente la idea (neoliberal) de los organismos
financieros…./… La crisis de seguridad en casi todo el continente tiene más
relación con debilidad del Estado que con las drogas. Los linchamientos de
delincuentes, la aparición de paramilitares, las treguas con criminales, los
700.000 casos de cólera en Haití y su rápida expansión hacia otros países, son
en parte resultados del dogma de Estado famélico que dejó el consenso de
Washington.
Durante el ajuste económico las opciones
de derecha tuvieron ventaja, los casos más emblemáticos fueron el Chile de
Pinochet, la Argentina de Menem y el Perú de Fujimori. Pero la democratización
volvió hegemónica a la izquierda en casi todo el continente. La derecha
tradicional en sentido estricto gobierna en países de escasa relevancia como
Guatemala, Honduras y Paraguay. A partir de la victoria de la oposición en
Panamá el resto del continente queda en manos de coaliciones de centro, centro
izquierda e izquierda. Esto no obedece a razones ideológicas, sino a la
prioridad que estas fuerzas han dado a las políticas sociales. Por ello se volvieron
tan importantes en algunos lugares los miles de médicos cubanos que llegaban
donde nadie quería llegar. La derecha se aferró a la receta económica y perdió
terreno político. Así, la izquierda en versiones moderadas, extremas,
ilustradas, no ilustradas y caudillistas tomó ventaja.
No es casual que ahora haya un indígena
sindicalista en la presidencia de Bolivia, un chófer de autobús de presidente
de Venezuela, que ex guerrilleros presidan los gobiernos de Brasil, Uruguay y
Nicaragua y que el presidente electo de El Salvador sea un exguerrillero
maestro de primaria. La inclusión es el componente principal en toda transición
y los sectores que estuvieron excluidos buscan tener su propia representación
política y ésta será conforme a la educación que tenga la sociedad.
La mayoría de los partidos de derecha
llamaron populismo a las políticas sociales. Como juicio académico podía tener
sentido, pero como bandera política frente a millones de pobres que ahora votan
ha sido suicida y los ha dejado sin oferta electoral. Este debate alcanza
incluso a los Estados Unidos, donde pobres e inmigrantes han empezado a decidir
las elecciones y donde sectores de la derecha pretenden echar atrás el programa
de salud del presidente Obama que beneficia a millones de personas. Si este
proceso de inclusión ha provocado una elevada polarización en Estados Unidos,
¿cómo no se iban a polarizar de manera más dramática Bolivia, Ecuador o
Venezuela?
La democracia es sólo una técnica de
gobierno, no una religión que acaba milagrosamente con los conflictos; al
contrario, en algunos casos los pueden hacer crecer. No se puede meter la
realidad en la ideología, en el tribal Afganistán fracasaron el comunismo y el
liberalismo, porque no existen las clases que puedan sustentarlos. En Latinoamérica
los recién sentados a la mesa del poder llegan a ésta con grandes deficiencias
de conocimiento que suplen con ideología, cargados de agravios históricos, sin
poder económico y desconfiados esperando golpes de Estado. Los antiguos poderes
han tenido el monopolio del dinero, de la política, de los medios de
comunicación y del conocimiento, hablan inglés, saben de economía, y conocen el
mundo, mientras del otro lado hay hambre de todo. No es extraño que así como
ahora hay una reacción racista en algunas derechas existan abusos de poder,
revanchismo, políticas autoritarias, uso del Estado para tener ventajas
económicas y hasta oportunismo sin ideología en algunos gobiernos de izquierda.
Están emergiendo nuevas élites económicas y políticas que darán equilibrio al
poder y este proceso desgraciadamente no será ni puro, ni transparente, ni
perfecto.
América Latina está viviendo un proceso de
inclusión al que le falta mucho para que deje de ser conflictivo. Bolivia está
avanzando en resolver los cinco siglos de exclusión indígena, mientras
Guatemala ni siquiera ha comenzado. En este escenario hay izquierdas sin
política económica y derechas sin oferta social. Unos que reparten, pero no
producen y otros que producen, pero no reparten. Lo primero es insostenible y
lo segundo es conflicto porque la desigualdad es esencialmente un problema de
estabilidad y seguridad. La buena noticia es que ahora, desde Washington hasta
Buenos Aires, sin los pobres, que son mayoría, no se puede ser gobierno.
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