La economía
de mercado (no auto-regulado) es el motor del desarrollo, la gallina de los
huevos de oro. Vale. Pero darle culto como al dios de actualidad en lugar de utilizarlo
como lo que debería ser, un instrumento para crear riqueza que luego ha de
redistribuirse, nos convierte en su esclavo, como nos ocurre con todos los
dioses (entendiendo por dioses los valores que configuran una cultura). Esta es la esclavitud a la que nos
somete la sociedad de mercado,
distingue José Javier Rueda. Una sociedad donde el dinero es dios, donde el máximo
valor, “aquello por lo que uno vive, mata y muere” según he dicho en algún otro
sitio, expresa la axiología de una cultura donde cabe desde la venta de órganos
y bebés hasta una educación enfocada exclusivamente al empleo, donde todo tiene un precio,
donde el éxito de robar convierte el delito en una hazaña, donde vales lo que
tienes. Hasta aquí Rueda y nosotros de acuerdo.
La
sociedad de mercado genera en su seno mercados financieros que, instituidos
como ajenos a la economía de mercado a la que deberían servir, se sirven de
ella para “jugar” con el dinero que ésta crea. Por eso parecen lo que realmente son, casinos donde el
dinero ya no es un instrumento de cambio sino una mercancía que se compra y se
vende, incluso a futuro. La consecuencia es un conjunto de burbujas y pirámides que son los timos de la estampita que los
banqueros, inversores financieros y trileros, utilizan para entretenerse y
pasar el día. La economía de mercado (productiva) para estos postmodernos es algo obsoleto y
aburrido, propia de clases sociales sin categoría.
Pero concluir, como hace Rueda, que hace 2.500 años saltamos del Mito al Logos y ahora en el siglo XXI retrocedemos del Logos al Mito (del mercado),
creo que aquí yerra. O al menos induce a confusión. Lo cual suele ocurrir cuando una palabra ambigua se utiliza en sentidos distintos como si
fueran la misma. Hace 2.500 años de las asociaciones mentales y acervos culturales transmitidos
a las siguientes generaciones mediante rituales y relatos aparentemente
infantiles (Mitos) saltamos a una mente racional donde las explicaciones se
realizan por su relación de causa a efecto (Logos). Pero decir que hemos pasado
de nuevo del Logos al Mito (del mercado) es confundir este último término con
su acepción de mentira, gratuidad admitida sin crítica por una gran mayoría. Y
eso no lo acepto. Si quiere usar el vocablo mito para hacer un juego de
palabras, avise del engaño. O al menos, utilice el término “mito” con minúscula
(o con nota al pie de página).
Por lo demás no podemos sino confirmar
nuestro desprecio por dioses que nos convierten a las personas en pura
mercancía.
P/D: Aquí tenéis un ejemplo de lo que ocurre cuando se escribe con prisas, con una mano en el teclado y la otra en las maletas, y con el resultado de un texto que no lo entiende ni su padre. Que soy yo.
P/D: Aquí tenéis un ejemplo de lo que ocurre cuando se escribe con prisas, con una mano en el teclado y la otra en las maletas, y con el resultado de un texto que no lo entiende ni su padre. Que soy yo.
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