viernes, 6 de diciembre de 2013

886 (V 6/12/13) Vivir es emocionante


Parece que vivir no nos resulta suficiente. Necesitamos añadirle emociones. Emocionándonos con el paisaje o la aventura, la guerra o el amor, los viajes o las fantasías, enamorándonos o con la ficción, con drogas o buscando la verdad, pero siempre con emociones por delante. La ausencia de emociones es el aburrimiento.
     La reiterada salida de Africa de las distintas especies de homínidos a Eurasia se nos antoja que, además de aventurarnos en viajes, lo hicimos buscando el lugar donde residía el sol, en su orto por el este y en su ocaso por occidente. La inhumación de los cadáveres fue fruto de una abstracción genial, la semilla que, enterrada y podrida bajo tierra, germina y se regenera luego en nuevas plantas de su propia especie en círculos estacionales. La magia, tan reprobable hoy como cualquier esoterismo, en sus inicios fue una postura digna por intentar dominar a la naturaleza, etc. etc.
      Pero no es a estas grandes emociones a las que quiero referirme, sino a las emociones cotidianas que rompen la monotonía de la rutina, como son el cotilleo entre vecinos, los partidos de fútbol, los melodramas de la televisión, o que te toque la lotería…

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