viernes, 22 de noviembre de 2013

872 (V 22/11/13) Caben cambios sin renovar el sistema?


Ampliando los comentarios de la entrada 868 del lunes 18 sobre los "brotes verdes", todas las reacciones-protestas espontáneas de la calle contra las políticas del Gobierno y sus falacias son denostadas por el sistema como anti-sistema. Y diciendo esto, dan por zanjado el asunto, sin más discusión. Pero no, no lo son. Intentan cambiar el sistema desde dentro, desde las reglas de juego vigentes, como si eso fuera posible. Y qué pasaría si atacaran al mismo sistema? La podredumbre reinante es de tal envergadura que hay que darle la vuelta al establishment como a un calcetín.
      Los grandes cambios se han producido como efecto de choques entre culturas. O entre fenómenos opuestos que se enfrentan con violencia. No olvidemos que Harmonía es fruto de la unión de Ares (dios de la Guerra) con Afrodita (diosa del Amor, o del Deseo). La explosiva combinación de Eros (Energía vital) y Tánatos (la Muerte) permite al primero exaltarse cuando reina el segundo (en las guerras, por ejemplo). La cultura griega a la que pertenece todo el mundo occidental explotó cuando se enfrentaron en los años 1200/800 adne la cultura solar y patriarcal indoeuropea contra la cultura lunar y maternal mediterránea. El choque que se avecina por las desigualdades económico-sociales como efecto de la política económica impuesta por el neoliberalismo se manifiesta entre banqueros y policías por un lado y por el otro los desahuciados y golpeados, entre el poder de los políticos y el derecho de sus representados que nos negamos a seguir siendo utilizados en las elecciones para luego hacer ellos de su capa un sayo, entre los ricos cada vez más ricos y los pobres cada vez más esquilmados.
No luchan contra el sistema, no, sino desde dentro del sistema. Pero si se enfrentaran al sistema, estarían legitimados y justificados. Y no sólo eso, sino que quizás no haya otra alternativa. Porque como dice el filósofo búlgaro Tzvetan Todorov, “el problema no son tanto los corruptos como el propio sistema que protege sus privilegios, les otorga un poder ejecutivo real y les induce a la corrupción al permitirles quedar impunes. Es, pues, al sistema al que tenemos que enfrentarnos”.
     En una reciente entrevista a Roldán, el antiguo director de policía con González, convicto y condenado, a la pregunta de si era consciente de que estaba corrompido contestó; "No. Si mirabas al paisaje alrededor, todos éramos iguales. Yo sólo hacía lo normal". Es lo que ocurre cuando el sistema adolece de una corrupción sistémica, en la que ninguno puede salirse del sistema.

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