sábado, 23 de noviembre de 2013

873 (S 23/11/13) Aburridos presupuestos


Poco hay tan aburrido como los presupuestos, un debate sobre ellos, o la ley anual presupuestaria. Y sin embargo en pocas leyes se manifiesta la democracia con tanta fuerza y claridad como en las leyes que delimitan los fondos que el gobierno destina cada año al gasto público. Nada mejor que las prioridades en los gastos para indicarnos la política que siguen los gobiernos.
     Pensemos que la política redistributiva fue el origen del Estado. Las aportaciones de los miembros de un colectivo para su posterior reparto entre todos los que lo componen, permitió la división del trabajo, la financiación de obras públicas (canalizaciones fluviales, edificaciones monumentales para funciones sociales, políticas o astronómicas,,,) y la redistribución de la riqueza así como el acceso individual y control del poder en la política. Los presupuestos anuales hacen posible el control del poder político cuyas propuestas e intenciones no se podrían materializar sin los recursos financieros necesarios.
     Pero la mentira sistémica llega hasta algo tan frío como los mismos presupuestos. Fijaos:
Un modo de encriptar unos gastos (militares o de la Casa Real, por ejemplo) consiste en repartirlos entre distintos Ministerios, lo que los vuelve opacos para poder calcularlos, incluso identificarlos. Un ejemplo lo tenemos en la financiación de partidos políticos que se disimula como donaciones a fundaciones políticas con cargo a fondos de cooperación internacional (!)
      Otras desviaciones de las cantidades aprobadas en el Parlamento se realizan mediante “modificaciones presupuestarias” entre partidas contables que no son excepcionales y justificadas sino continuas y rutinarias (más de una por semana en cada Departamento). Con lo cual lo que se gaste al final tiene poco que ver con lo que fue aprobado en la ley presupuestaria.
      Por si todo esto fuera poco, las cantidades aprobadas en el texto original no llegan a ejecutarse en porcentajes inadmisibles, lo que desvirtúa la intención que tuvo el legislador cuando se aprobaron.

    Y para más INRI, en vista de que el presupuesto es más un coladero que un instrumento de control, se utilizan las disposiciones transitorias de cada ley anual presupuestaria para meter de rondón modificaciones de las leyes más diversas que pasan desapercibidas, burlando así el control al que se habrían sometido en una tramitación normal parlamentaria.

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