jueves, 21 de noviembre de 2013

871 (J 21/11/13) Una tragedia


Tragedia es un acto o relato en que se trata la muerte. Dado que todo lo que trata de la muerte es sagrado (o santo), la tragedia y lo sagrado van asociados. Suele ocurrir siempre que anda la muerte de por medio.
    Canciones de muerte son las que nos traen los políticos de este gobierno. Muertes físicas también, y otras menos perceptibles pero masivas, en todo caso muerte de ilusiones y esperanzas de futuro. O por adoctrinamiento, para que sucumbamos a la resignación, otra muerte donde las haya.
    La tragedia griega se caracteriza por tratarse de héroes cuyas hazañas las realizan no porque ellos lo intenten sino a pesar suyo, y cuyas desgracias, fatídicas, inevitables, son sólo imputables a los dioses. Están, pues, llenas de contradicciones. Todo está predeterminado por el Destino.
     El héroe es devoto de Hera y benefactor de su pueblo, clan o ciudad, después de haber muerto. Un caso ejemplar es Edipo, rey de Tebas, que mata a su padre, sin saberlo, fecunda a su madre, sin culpa por su parte, y termina siendo protector de Atenas que lo acogió en su vejez en el destierro.

     La tragedia actual es la resignación con que los jóvenes aceptan su destino laboral. En una dramática entrevista televisiva, un joven sensato, doctor en Informática, asegura con convicción que su trabajo actual, mileurista, precario, y que no tiene que ver con su capacidad y formación, lo firmaría por 20 años, virgencita, que me quede como estoy, en lugar de soñar e ilusionarse, a su edad!, con un progreso en su futuro profesional. Un caso como éste es un magnífico ejemplo de temor y degradación moral, que parece que es el objetivo de la política laboral de este gobierno y de los neoliberales. com. Zafarse de ello comienza con un grito.
    Es una contradicción devaluar los costes salariales para “conseguir” competitividad, cuando esto deberíamos conseguirlo mediante una mejora de la calidad de los productos, lo cual sólo cabe si se aumentan los salarios. Con ello no sólo seríamos competitivos sino que además, amén de vivir todos mejor, pegaríamos el empujón que necesitamos a la demanda interna y al consumo, para salir del agujero vicioso en el que la reforma laboral a la baja nos ha hundido. Pero parece que los dioses han conseguido plegarnos a sus destinos: que nos resignemos.

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