martes, 5 de noviembre de 2013

855 (M 5/11/13) Frankestein


Le dimos el ser, lo creamos con mimo y le dimos cuanto teníamos esperando que cuidara de nosotros en nuestra vejez, pero nada más salir del recinto de las operaciones, se revolvió contra nosotros con una furia y crueldad que no podíamos entender. Algo había fallado en nuestro proyecto. Le habíamos concedido demasiado poder y no tardó en utilizarlo contra nosotros, los mismos que le habíamos engendrado, sin saber muy bien cómo ni para qué. Lo que menos esperábamos es que se reprodujera como lo hizo. Y hoy día son un ejército que se divierte golpeándonos sádicamente y sin ningún motivo cuando se cruzan con nosotros en las calles. Menos mal que lo programamos para que durara sólo, sólo? cuatro años. Pero ya ocurrió hace cuatro años, y cuatro años antes…, y volvemos a resetearlos. Debemos padecer el síndrome de Estocolmo ya que no podemos evitar la compulsión irracional de actualizar su software a sabiendas de que nos va a reprimir, a golpear, a hacer daño sin necesidad, sólo para dejar claro que manda en nosotros, que es él quien ejerce el poder. Es la rebelión de Satán contra su creador, una maldición divina, de la que sólo saldremos si conseguimos superar nuestra ceguera y dejar de seguir hipnotizados. Ha aprendido a aniquilarnos en masa sin mancharse las manos, al tiempo que nos exige el máximo respeto. Es el contrasentido más absurdo que podríamos haber imaginado, y generado, creyendo que habíamos inventado al mejor servidor de los humanos. Que cómo se les reconoce? Se le puede identificar por ir siempre trajeado, mentir continuamente y hablarnos tras un plasma… para evitar que le disparemos con nuestras preguntas. O simplemente para no escucharnos.
     Cuando en 2015 lo encerremos de nuevo en su urna, habremos inventado ya un nuevo plan para desprogramarlo?

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