lunes, 21 de octubre de 2013

841 (L 21/10/13) La mirada


Las cosas cambian su naturaleza cuando se mueven de su sitio, lo cual nos estimula a mirarlas de otra manera. Lo que permite a Manuel Vicent la osadía de aventurar que no es el autor el que crea el arte sino el que lo contempla. “Tu belleza no era tuya sino que yo la creaba al mirarte embelesado. Dejé de mirarte y, plof, te quedaste sin ella. Y sin nada”, escribí cierta vez en un poema.
            La fuerza de la mirada se corrobora en mitos y rituales. La Medusa mataba a los que miraba. Con la simple mirada. En las ceremonias funerarias había que participar de espaldas al muerto para no sucumbir si lo mirabas. Deucalión y Pirra pudieron repoblar la tierra porque arrojaban las piedras hacia atrás, para sobrevivir al ritual. La mujer de Lot quedó convertida en estatua de sal por mirar hacia atrás cuando escapaba de Sodoma. Lo mismo que le ocurrió a Eurídice cuando Orfeo se atrevió a volver la cabeza para verla salir del Hades. No se podía mirar de  frente al Mikado japonés, pues su fuerza sagrada podría herir a quien se atreviera a hacerlo.

Pero un ciudadano se comporta como un muerto cuando esconde la cabeza debajo del ala y no mira de frente la realidad que le rodea. Los que adopten una postura conformista, pasiva y resignada, se dejarán engañar por las promesas y falacias del Poder. Pero el artista rebelde sabrá ver al Poder político como lo que realmente es: una charca de cocodrilos a los que se debe enfrentar. Porque la belleza no está en la realidad que nos rodea, sino en el modo que tengamos de mirarla.

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