lunes, 14 de octubre de 2013

834 (L 14/10/13) Mi opinión sobre las chicas del “Femen”


Tres muchachas del “Femen” muestran sus mamas en el Congreso español protestando por la nueva ley del ministro fray Gallardón sobre el aborto. En su pecho podía leerse tatuado “el aborto es sagrado”. Sobre el  tema se han expresado opiniones de todos los gustos. Muchos, penosos. En especial me producen vergüenza ajena los rechazos de quienes se escandalizan, o simplemente lo reprochan, a pesar de tratarse de personas con estudios que se supone que son de mente abierta, o de pertenecer a organizaciones cuyos miembros alardean de un alto CI, lo que confirma las sospechas de quienes piensan que una sobredotación cognitiva suele ir acompañada de carencias en el resto del cerebro.
        Vaya por delante que mi opinión es positiva. Más aún, esperanzadora. Si la mujer se apresta a pelear por lo que ella merece y la sociedad necesita, su primera conquista tiene que ser  la de su propio cuerpo. Y alcanzar sus libertades (las de todos) requiere comenzar por la sexual. Y en cuanto a las formas, no nos gustan las estrictas y aprendidas, las cristianas y apolíneas, sino que nos inclinamos mejor por las de carácter dionisíaco, lúdico, yámbico.
        En su columna Las Tres Gracias, Manuel Rivas glosa la protesta de las tres Gracias griegas contraponiéndolas a las tres Harpías (o Grises): los tres graciosos del Congreso, Gallardón, Montoro y Wert, que maldita la gracia que tienen. “Las tres activistas de Femen iban con la libertad por delante, como la que guía al pueblo en el cuadro de Delacroix… Para alguna diputada conservadora fue una protesta obscena. Pero para obscenidad la del coro de meapilas convertidos al periodismo King Kong para celebrar en auto de fe el día de las tetas. Es una vulgaridad establecida la de asociar feminismo y fealdad, como en su tiempo se hizo con heterodoxia y brujería. La fealdad, por supuesto, se sitúa en la mirada deformada del machista. Montoro, Gallardón y Wert suelen hacer gala de incorrección política. Tienen razón. Esta semana han demostrado hasta que punto son tres iconos de lo incorrecto. Montoro dijo que el problema del cine español era la calidad” como reverso de su afirmación sobre los salarios que suben en España. “Wert también invocó la calidad para defender su ley educativa cuando en realidad es una ley de partido único, sin ningún otro apoyo que el del viejo palio. Como la obsesión de Gallardón por sacar adelante la Contrarreforma…¡qué calidad! o qué barbaridad!”
         Contra quienes opinan que este desnudo en el Parlamento es soez, o simplemente inoportuno, o inconveniente, o en todo caso fuera de lugar, yo me manifiesto diciendo que no hay mejor lugar que ése para defender las libertades, comenzando por el derecho de la mujer de disponer de su propio cuerpo, que puede y debe mostrarse con orgullo y sin falso pudor. ¡Qué mejor lugar que éste, el ágora moderna, o lo que se supone que debería ser el ágora de la democracia! Y en cuanto a los que aducen la falta de vergüenza, no hay nada más casto que el desnudo. Porque el rechazo, o el morbo, si lo hay, lo tienen ellos en su propia mirada. Y en cuanto a desvergüenzas, ahí tenemos la actuación de cada día, rayana en lo pornográfico, de todos y cada uno de los miembros del gobierno.
          Y porque como bien comenta Sánchez Mellado, las féminas están de Gallardón hasta las ubres, y que si nuestros ministros se imponen por sus santas gónadas, también estas muchachas tienen derecho a expresarse como quieran, tengan las tetas caídas o midan noventa-sesenta-noventa. Y si no, que se lo digan a Celia Villalobos que reclamó la presencia en el hemiciclo de un Ronaldo en bolas, sin percatarse de que ya tiene enfrente todo un pedazo de Montoro embolado.
¿Cuál  de  las  dos  es...
...la Victoria de Delacroix?




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