Tres muchachas del “Femen” muestran sus
mamas en el Congreso español protestando por la nueva ley del ministro fray Gallardón
sobre el aborto. En su pecho podía leerse tatuado “el aborto es sagrado”. Sobre
el tema se han expresado opiniones de
todos los gustos. Muchos, penosos. En especial me producen vergüenza ajena los
rechazos de quienes se escandalizan, o simplemente lo reprochan, a pesar de tratarse
de personas con estudios que se supone que son de mente abierta, o de pertenecer
a organizaciones cuyos miembros alardean de un alto CI, lo que confirma las
sospechas de quienes piensan que una sobredotación cognitiva suele ir
acompañada de carencias en el resto del cerebro.
Vaya por delante que mi opinión es positiva. Más aún, esperanzadora. Si la
mujer se apresta a pelear por lo que ella merece y la sociedad necesita, su primera
conquista tiene que ser la de su propio
cuerpo. Y alcanzar sus libertades (las de todos) requiere comenzar por la
sexual. Y en cuanto a las formas, no nos gustan las estrictas y aprendidas, las
cristianas y apolíneas, sino que nos inclinamos mejor por las de carácter dionisíaco,
lúdico, yámbico.
En su columna Las Tres Gracias, Manuel Rivas glosa la protesta de las tres
Gracias griegas contraponiéndolas a las tres Harpías (o Grises): los tres
graciosos del Congreso, Gallardón, Montoro y Wert, que maldita la gracia que
tienen. “Las tres activistas de Femen iban con la libertad por delante, como la
que guía al pueblo en el cuadro de Delacroix… Para alguna diputada conservadora
fue una protesta obscena. Pero para obscenidad la del coro de meapilas
convertidos al periodismo King Kong para celebrar en auto de fe el día de las
tetas. Es una vulgaridad establecida la de asociar feminismo y fealdad, como en
su tiempo se hizo con heterodoxia y brujería. La fealdad, por supuesto, se
sitúa en la mirada deformada del machista. Montoro, Gallardón y Wert suelen
hacer gala de incorrección política. Tienen razón. Esta semana han demostrado
hasta que punto son tres iconos de lo incorrecto. Montoro dijo que el problema
del cine español era la calidad” como reverso de su afirmación sobre los
salarios que suben en España. “Wert también invocó la calidad para defender su
ley educativa cuando en realidad es una ley de partido único, sin ningún otro
apoyo que el del viejo palio. Como la obsesión de Gallardón por sacar adelante
la Contrarreforma…¡qué calidad! o qué barbaridad!”
Contra quienes opinan que este desnudo
en el Parlamento es soez, o simplemente inoportuno, o inconveniente, o en todo
caso fuera de lugar, yo me manifiesto diciendo que no hay mejor lugar que ése
para defender las libertades, comenzando por el derecho de la mujer de disponer
de su propio cuerpo, que puede y debe mostrarse con orgullo y sin falso pudor. ¡Qué
mejor lugar que éste, el ágora moderna, o lo que se supone que debería ser el
ágora de la democracia! Y en cuanto a los que aducen la falta de vergüenza, no
hay nada más casto que el desnudo. Porque el rechazo, o el morbo, si lo hay, lo
tienen ellos en su propia mirada. Y en cuanto a desvergüenzas, ahí tenemos la
actuación de cada día, rayana en lo pornográfico, de todos y cada uno de los miembros
del gobierno.
Y porque como bien comenta Sánchez
Mellado, las féminas están de Gallardón hasta las ubres, y que si nuestros
ministros se imponen por sus santas gónadas, también estas muchachas tienen
derecho a expresarse como quieran, tengan las tetas caídas o midan noventa-sesenta-noventa.
Y si no, que se lo digan a Celia Villalobos que reclamó la presencia en el
hemiciclo de un Ronaldo en bolas, sin percatarse de que ya tiene enfrente todo un
pedazo de Montoro embolado.
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¿Cuál de las dos es... |
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...la Victoria de Delacroix? |
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