domingo, 15 de septiembre de 2013

805 (D 15/9/13) Homo Oeconomicus, vale la pena?

En los últimos estudios económicos profundos sobre la racionalidad de los actos humanos, en relación con las actitudes emocionales o la emocionalidad de los actos racionales, se ha llegado a la conclusión de que el contexto económico es el más adecuado para su análisis. Así, la economía del esfuerzo nos lleva a realizar conductas en las que el beneficio es superior al costo (el esfuerzo) necesario para obtenerlo. Y a este modelo le dan el nombre (el nombre siempre es importante) de Homo Oeconomicus. Dicho en términos matemáticos (que le da un aire así, como científico) actuamos de manera que la relación beneficio/coste sea superior a 1.
       Así pues, “Homo œconomicus es el concepto utilizado en la escuela neoclásica para modelizar el comportamiento humano. Esta representación teórica se comportaría de forma racional ante estímulos económicos siendo capaz de procesar adecuadamente la información que conoce, y actuar en consecuencia. (Fijáos bien, a ver si con estas frases han conseguido decir algo).
       El término hombre económico fue utilizado por primera vez en el siglo XIX por los críticos de la obra de John Stuart Mill sobre economía política. Mill escribe que lo que él propone es «una definición arbitraria del hombre como un ser que, inevitablemente, hace aquello con lo cual puede obtener la mayor cantidad de cosas necesarias, comodidades y lujos, con la menor cantidad de trabajo y abnegación física con las que éstas se pueden obtener». Smith escribió: No es la benevolencia del carnicero, del cervecero o del panadero la que nos procura el alimento, sino la consideración de su propio interés.
       Se puede extender el tema al altruismo, la generosidad y el egoísmo, llegando a concluir que el altruismo es una forma de egoísmo en la que la generosidad se ve estimulada por el aplauso y el reconocimiento de los demás. Una ola de economistas a finales del siglo XIX (Francis Edgeworth, William Stanley Jevons, León Walras, Vilfredo Pareto, Lionel Robins…) construyeron modelos matemáticos con estos supuestos. Homo Oeconomicus, faceta del Homo Sapiens, se considera racional en el sentido de que el bienestar, tal como se define en la función de utilidad, es optimizado según las oportunidades percibidas. Es decir, el individuo trata de alcanzar objetivos muy específicos y predeterminados en la mayor medida posible con el menor coste posible. Homo economicus basa sus decisiones considerando su propia función de utilidad personal.
      Antropólogos como Marshall Sahlins, Karl Polany, Marcel Mauss o Maurice Godelier, han demostrado que, en sociedades tradicionales, las elecciones que la gente hace en materia de producción e intercambio de bienes siguen patrones de reciprocidad que difieren considerablemente de lo que el modelo del homo oeconomicus postula. Estos sistemas se han denominado economía del regalo en vez de economía de mercado.
      Y bla bla bla, blabla bla, bla bla bla…
      Pues bien todo esto lo sabía y lo resumía mejor mi abuela cuando para decidir si había que hacer o desistir de algo, simplemente decía:
      -Vale la pena. O: no vale la pena.
      “Vale la pena” (vale el esfuerzo que hubiera que hacer) era lo que decía cuando el beneficio a obtener era superior al esfuerzo que requería. Lógico, natural. Y todos la entendíamos. Sin necesidad de calcular que la relación de cada acto que ejecutáramos con el esfuerzo o costo que implicara, fuera 1 o más de 1. Eso sí que no valía la pena. 

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