domingo, 1 de septiembre de 2013

791a (D 1/9/13) Que se vaya a la privada!

- Que se vaya a la privada!
coreaban unos energúmenos (treinta? cien?) a la puerta del hospital donde yacía grave, con cuatro costillas rotas, Cristina Cifuentes, delegada del Gobierno en la Comunidad de Madrid, tras haber sufrido un accidente en moto en la Castellana. La Coordinadora de las mareas blancas lo condenó de inmediato, la barbaridad se censuró por los demás participantes más sensatos, y el penoso disparate no debió pasar de ahí. Pero ah! amigos, el mal ya estaba hecho. Y no iban a desperdiciar esta carnaza ni los medios reaccionarios ni el partido del gobierno. Los cuales proclamaron urbi et orbi la insensatez de las izquierdas en España. Así, las izquierdas, tal cual.
No es que me caiga bien esta señora que nos llamó terroristas a los manifestantes del 15M (o democraciareal.ya) y que nos apaleó y baleó aquella maldita noche en la estación de Atocha (por no hablar de la perla de su marido), pero el motivo y momento para estos gritos no era el adecuado y se volvían contra los mismos que los proferían. Por otra parte el juramento hipocrático y la deontología de los galenos les obliga a tratar a todos los pacientes, independientemente de su raza, sexo, religión, ideología, incluso si fuera un delincuente, terrorista o genocida. Cifuentes, pues, tenía todo el derecho de ser atendida.
       Hasta ahí, vale. Y punto. Pero si lo traigo a colación es por otro motivo. Lo hago por el eco amplificado que le prestaron los medios ultraconservadores. Su grado de servilismo al poder y corrupción es tal que me resulta inexplicable. Hasta que reflexioné y lo entendí. Este gobierno, como un rey Midas al revés, todo lo que toca lo pudre. Y al secuestrar a los medios, los corrompió. Sin más. Hasta este extremo es de insoportable.

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