Siria y Egipto, dos cunas ancestrales de nuestra cultura de hoy. Ahí
siguen a palos, pero con armas, de fuego y químicas, más letales que las
flechas y las lanzas que utilizaban hace 5.000 años.
Nos equivocamos de plano, y de pleno, cuando anunciábamos nuevas
sociedades demócratas laicas en países musulmanes con motivo de la primavera
árabe. Y así lo confesamos. Confundimos el deseo con la realidad. Nuestro wishful thinking (interpretar lo que
acontece como efecto de haberlo pensado nosotros antes, confundiendo el deseo
con la realidad) no se materializó en sociedades musulmanes modernas sino que
ahora estamos viendo cómo emergen de ellas sentimientos y culturas ancestrales
que no quieren salir de su pasado.
Es un error creer que la democracia sea una superestructura formal. Por
muchas leyes democráticas, laicas y progresistas que se impongan, se volverán
cáscaras vacías si la población no vive esos valores desde dentro. Y si esos
valores internos son reaccionarios, religiosos, fanáticos, se terminan
imponiendo sobre los nuevos valores formales por buenos que éstos sean. Antes
que promulgar leyes democráticas hay que educar –toda una generación!- a los
jóvenes en los valores democráticos y que los hagan suyos. Y eso lleva su
tiempo. Fijaos en España donde a pesar de que hace tiempo se liberó de la
irracionalidad religiosa, aún siguen las instituciones eclesiásticas dominando
a cubierto de una confesionalidad fáctica.
El cacao mental es de tal naturaleza que el ejército, que se presentó como protector de la democracia (a la turca), depone al líder de los islamistas que
ganó las elecciones y, en nombre de nadie sabe qué, reprime a sangre y fuegos
sus protestas en las calles. Y es que el ejército egipcio no quiere ni protege la democracia, sino que arremeterá contra los movimientos laicos que se revelaron en febrero de 2011 como ahora lo hace con los islamistas. A una previsible guerra civil entre laicos y musulmanes se añadiría un tercer actor, el ejército, y éste contra los otros dos. Aunque podría añadirse un cuarto, el terrorismo internacional.
Por otra parte, una religión razonable, o racional, es algo tan
contradictorio como un círculo cuadrado. Una religión sin fanatismo no es
religión pues la fe exige la intolerancia. Y mientras la sharía prevalezca sobre la ley civil, y loa ayatolás invistan de
poder a los presidentes de los gobiernos, los países musulmanes no podrán salir
de su agujero.
La primavera que augurábamos, porque la deseábamos, ha sido enterrada.
Si fuera primavera de verdad, resurgiría. En algún equinoccio.
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