Vivimos en una época de esperpento en la que
“en la vida pública emerge de nuevo la burla, la sátira y la tragedia”, opina
Josep M. Colomer. Y para describirla compara a Velázquez con Goya: mientras que
en el estilo del primero no había desgarros, crudeza ni insistencia y sí rigor
y precisión, perspectiva y un trabajo continuado sin urgencias, donde el poder
se mostraba seguro de sí mismo, en Goya vemos una crítica radical del sistema
establecido que supera los atuendos para dejar desnuda la idiotez en las
miradas der sus retratos, lo cual era lo propio y adecuado al tratarse de
tiempos convulsos, de zozobra y desasosiego general. “El equilibrio de la
composición de Velázquez es sustituido por el trazo grueso, los tonos oscuros,
los grandes contrastes y las quiebras de estructura. Y los retratos luminosos
son reemplazados por los bosquejos negros y las pesadillas”, en sus Caprichos y Disparates. La plena actualidad de Goya fue objeto de nuestra entrada 316 de fecha 16/5/2012 y nuestro video "Goya s. XXI".
Colomer termina concluyendo que vivimos tiempos de Goya, o que Goya
expresa mejor nuestro momento, pues en la escena pública española vuelven a
deambular, como personajes de los dibujos goyescos, personas deformes,
farsantes ridículos, burros con traje, monstruos de todo tipo repulsivos,
romerías de desamparados que se arremolinan en busca de protección. Y sobre
este fondo, un par de cabecillas libran a garrotazos su duelo fratricida con un
decorado de cochambre, castizo y pintoresco.

El espectáculo grotesco que vemos cada día en
el teatro de la vida pública española no es el efecto de un espejo crítico que
deforme la realidad sino que es la realidad misma, contrahecha como está. Por
eso emerge lo freaky, el esperpento,
lo deforme, que provoca “la burla, la sátira y la tragedia”. Los personajes
reales se esfuerzan por imitar a sus propias caricaturas bosquejadas por Buñuel,
Berlanga o Almodóvar.
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