viernes, 23 de agosto de 2013

783 (V 23/8/13) Ciclos para reciclar


De los ciclos económicos sabemos menos que de los manejos del Gobierno. Sólo conocemos que igual que aparecen sin avisar llega un momento en que se esfuman, lo que nos permite echar la culpa a los otros cuando llegan y apuntarnos el mérito cuando se van.
     El período económico 1994/2008 es un ciclo perdido por la burbuja conocida que nadie supo detectar y que la derecha sigue negando, a pesar de su evidencia y desastrosas consecuencias. O quizás por eso mismo. La falacia de que la derecha gestiona la economía mejor que la izquierda ha quedado hecha unos zorros y no levanta cabeza. Para empezar, porque ni siquiera es económica, ya que las elites extractivas han ignorado la producción dedicándose al mercado financiero (desregulado), las rentas fruto de la desregulación, y al dinero fácil y rápido, divertido como un juego.
     Lo que no resulta fácil de entender, y por tanto de explicar, es que hayamos dejado que el mismo régimen económico (realmente financiero, neoliberal.com, desregulado) que causó la crisis se haya impuesto luego como remedio y salida de ella. Con lo cual de hecho han profundizado la crisis más todavía. Nuestro Gobierno, como tal gobierno, no es el causante de la crisis, pero sí de haberla afianzado y agravado hasta extremos insostenibles. Y como era previsible, está esperando el momento (ni siquiera lo espera, se lo inventa) de apuntarse el tanto de salir de ella.

     Cuando llegue ese momento habrá que blindar la economía contra estos depredadores, contra la desregulación, contra los mercados financieros independientes de la propia economía. Para ello habrá que iniciar un nuevo ciclo político, una nueva ley electoral, unos castigos gravísimos contra la corrupción, y un blindaje de los derechos sociales y de la cohesión y bienestar social. Un nuevo ciclo político en el que sea el gobernante el que ceda la puerta al ciudadano cuando se cruce con él, el que baje la vista y no al revés, el que tenga siempre presente los tiempos nefastos (los actuales) en los que los ciudadanos éramos sus víctimas más que sus representados.

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