No ha tenido bastante el ministro Gallardón
con husmear en los genitales de las mujeres españolas (para impedir que las
mujeres embarazadas sean asediadas por determinadas estructuras abortistas…!),
restringir el acceso a tribunales de la chusma y la morralla mediante tasas
judiciales o entregar el Registro Civil a los registradores de la propiedad y
mercantiles con la consiguiente acumulación de datos personales que permitan su
completo control y vigilancia. No. Ahora acomete otra hazaña digna de sus ideas
y su partido: controlar el CGPJ y, a través de él, a los magistrados del TS
(Tribunal Supremo), cuyo nombramiento de este modo no tendrán que negociar,
cosas que tiene la mayoría absoluta, que no queden cabos sueltos, lo que
convertirá el Cachondeo General del Patio Judicial en una delegación del
Ministerio del Justicia, que es el suyo, en terminología de Bonifacio de la
Cuadra.
Como el diablo cuando se aburre mata moscas con el rabo, en aras siempre
del interés general y con la mirada puesta en lo que conviene a todos los
españoles (poco ha faltado para que me saliera el mantra ese de “así como para
el desarrollo económico y crecimiento del empleo”), es lógico y natural,
conveniente y necesario que la razón de Estado prevalezca sobre la
independencia judicial.
Múltiples y variados serán los efectos benéficos de esta
reestructuración, pero atención especial a ésta que viene: si el caso
Gürtel/Bárcenas/Génova/Rajoy llegara al Supremo…, allí se encontrarían con el
PP! en pleno. Bingo! sr. ministro, ¿es usted así de maquiavélico o le ha salido
sin querer? Yo es que me derrito cada vez que pienso en este tío.
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