Son el mayor de los sarcasmos políticos para
la ciudadanía. Tenemos el Poder para evitar que los políticos sean inculpados
como delincuentes. Si por error o por inevitable les cae un juicio penal
encima, tienen recursos legales, prescripciones, abogados y demás para burlar
el proceso o rechazar a los jueces y reírse a mandíbula batiente de las leyes
penales. Incluso si fueran condenados, nunca devuelven un euro de lo robado. Y
por si no fuera suficientemente escandaloso, caso rarísimo de ser encarcelados,
siempre tienen el indulto.
De la barbaridad del indulto conviene saber que, más que discrecional,
que ya sería malo, es arbitrario; que el ministro de Justicia no
tiene que motivarlo; que no caben recursos contra él. Y que en la
mayoría de los casos se benefician amigos o parientes de conocidos y
parientes. Por no decir banqueros y políticos. Increíble, verdad? Bueno, pues
esta institución sigue vigente.
Son restos de épocas de reyes absolutistas, casi medievales, no sujetos
a ningún control, desconociendo la independencia de los Poderes. Que el gobierno
ejecutivo pueda rectificar una sentencia condenatoria de un tribunal penal, es
una afrenta, una indecente intromisión del Poder Ejecutivo en el Poder Judicial
al que no sirve de mucho el ser independiente.
Y que subsistan en nuestros tiempos dice muy poco bueno de nuestra
sociedad y mucho de lo impresentable de la paleontopolítica. Que sigue vigente.
Y en ella estamos.
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