(Hoy me voy a despachar)
Es demasiada la corrupción que nos anega
como para pasar tantos días sin denunciarla. Así que al tajo de nuevo. Lo
siento. No es culpa mía.
Lo primero que hay que aprender, en un curso de emergencia sobre
corrupción que aparente transparencia, es echar la culpa de todo a los
demás. Tomemos el ejemplo de nuestro
Presidente: irregularidades en la financiación
del partido? no, un tesorero infiel,
es su caso personal, al que hay que silenciar y, si habla, encarcelar; sobresueldos en negro? no, una oposición desleal, y “tú más”, como en
todos los sitios, pasa algo?; fracaso de la política económica en el tema del paro ? no, una prensa canallesca que busca titulares y olvida
la herencia recibida al tiempo que sentencia en juicios paralelos que ni
superan la presunción de inocencia ni afianzan la democracia ni respetan a los
tribunales de justicia en su papel de poder independiente (con o sin alusiones
a la guerra del Vietnam). En cuanto a uno mismo y al propio partido, son la
perfecta encarnación del pueblo, de España, del sentir popular y de la mayoría
legal. Por lo que acusarles de algo es poner en peligro la estabilidad política,
la estabilidad social, la democracia, la marca España internacional. Y los
mercados financieros, cuya prima de riesgo nos puede hacer tambalear.
Cuando todos sabemos que lo que pone en peligro la democracia, la
estabilidad política y social y el futuro de España, es la corrupción, y su
acompañante fiel: la impunidad.
Rajoy en el Congreso propone un plan anticorrupción de regeneración democrática
e institucional al tiempo que esta misma propuesta le sirve de tapadera de la
corrupción actual de su partido. Eso sí que es mirar para otro lado.
Por si fuera poco, hay que provocar la confusión, mediante eufemismos y argumentos del relato tan retorcidos
que llega un momento en que nadie sabe ni de qué estamos hablando. Daños
colaterales de esta práctica maquiavélica son que los responsables no se
responsabilizan de nada mientras que las víctimas se sienten impotentes ante la
insultante impunidad de los culpables.
A todo esto hay que añadir el
secuestro de los medios y de las cúpulas de los órganos judiciales
superiores. Para asegurase la impunidad. Y las prescripciones. Y en último
extremo, ya fuera de toda posibilidad, in
extremis, siempre les queda el indulto. Por eso nadie devuelve en duro, que
esa es otra. Miles de imputados, cientos de sumarios pudriéndose y nadie devuelve un euro.
Y se quejan de que en la ciudadanía cundan el cinismo y la desafección?
(En un intento de sistematizar los distintos aspectos de este fenómeno
socio-económico-psicológico-político para, mediante la oportuna metodología,
indagar en sus profundos entresijos, proponemos las siguientes categorías que
deberán ampliarse y modificarse según avance la investigación. A saber:
- corrupción opaca: la que tapan. Si por ellos fueran, todas.
- corrupción transparente: la que vemos todos por más que quieran
taparlas y engañarnos.
- transparencia corrupta: la que utilizan para tapar la
corrupción: la mentira, el eufemismo, la confusión, la falsedad, la ambigüedad.
- transparencia opaca: el círculo cuadrado que sólo el PP sabe
resolver con su habilidad para la patraña. Pero aún está por elaborarse su
teoría, su justificación ideológica, lo que que no quita que la dominen en la
práctica.)
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