martes, 23 de julio de 2013

753 (M 23/7/13) Don Tancredo

No gira el cuerpo ni para brindar la montera al público. Los monosabios del gobierno acuden en tromba a capear con el toro para desviarle del figura que sigue firme, impertérrito, ajeno a la realidad que le circunda. El “Estadio soy yo”, a lo Luis XIV, le permite calificar los ataques del toro Bárcenas a su persona como ataques al Estado de derecho.
      Y a las graves acusaciones que pesan sobre él, las esquiva llamándolas chantajes, dominio del eufemismo donde lo haya.
       Los excesos exculpatorios de sus subordinados se muestran como propios de secuaces de un régimen caudillista, con ellos se acusan de lo mismo que se excusan (excusatio non petita…), y miran embelesados a la escultura que no habla, pues cualquier cosa que dijera lo pondría en evidencia en menos que canta un gallo.
        En esta sarta de mentiras, hasta el toro es una farsa, el toro es un engendro suyo, lo parió él,
Aferrándose a su postura, como una garrapata (y no es una metáfora), jura y perjura que lo hace en beneficio de todos los españoles. Lo que faltaba.
     Resulta penoso ver tanto servilismo en su entorno, pero es muy difícil para los sicarios rebelarse contra lo absurdo cuando sus privilegios, ingresos y favores dependen de que a capa y espada lo acepten y lo defiendan.


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