martes, 16 de julio de 2013

746 (M 16/7/13) A subvencionar a la puerta de la iglesia


Estamos perplejos y asustados al ver la corrupción con la que se manejan los fondos públicos, nuestro dinero, el de todos. Así que imaginemos los criterios y motivos con los que se repartirán las subvenciones.
          Cuando se subsidian actividades, por lo general estamos por definición subvencionando lo superfluo. Me explico. Por muy concreto, específico y finalista que sea el motivo de una subvención, los fondos concedidos entran en la caja del receptor como un ingreso más que se diluye en el conjunto de los inputs del beneficiario. Y cuando éste realiza gastos lo hace con cargo a sus recursos, cuyo saldo será el beneficio o el líquido en caja. Imputar un ingreso específico a un gasto concreto no deja de ser un artificio contable que nos puede quedar bien pero que no pasa de eso. Si no recibiéramos una subvención, dejaríamos de realizar el gasto más superfluo en la escala de nuestros dispendios, por un importe igual al no recibido. No hablo de moral ni de valores sino de aritmética pura. Por lo tanto podemos decir, y que no se nos escandalice nadie, que el importe de una subvención no financia lo que dice sino el gasto más superfluo de todos los que realicemos. Por bestia que parezca. Un ejemplo:  Un amigo mío que regentaba una galería de arte pidió una subvención para exponer unos cuadros en Laponia y Centroeuropa y se la concedieron. Motivos que adujo? La tira. Y eran verdad, y bien expuestos. Lo supo argumentar: “para la difusión de nuestra cultura”, marca España y todo eso. Lo argumentó tan bien que se la concedieron. A la vuelta del viaje se compró una moto con la que había estado soñando toda su vida, una Harvey….., que le costó, mire usted por dónde, el mismo importe de la subvención que le financió el viaje. Que le financió el viaje? o que le financió la moto? Porque qué queréis que os diga? Yo no pude evitar asociar las dos cantidades, la una como entrada, la misma como salida. ¿Se la habría comprado si no le hubieran dado la subvención por “difusión de nuestra cultura”? Yo creo que no. O si lo hubiera hecho, lo habría hecho gastando su propio dinero como le hubiera dado la gana. Habría dejado de exponer en Laponia y Centroeuropa si no se lo hubieran financiado? No lo sé, pero ésa era su opción, o exponer aquellos cuadros o poder volar en moto.
           Quiere esto decir que no acepto ninguna subvención en dinero, en efectivo? No. Habrá que verlo caso por caso. Pensemos en excavaciones arqueológicas, por ejemplo. O en investigación y en I + D. Pero no en fútbol, por muchos votos que eso les dé en la localidad de que se trate. Pero no millones por Zaplana a Julio Iglesias en Valencia. Pero no a Noos ni a Voos. Pero no a entidades ni a fundaciones opacas. Si una actividad cultural da dinero, por qué destinar fondos públicos a lo que ya se autofinancia con la asistencia de público? Y si no acude casi nadie, por qué financiar con dinero público (mío) lo que sólo le gusta a unos pocos. Y en todo caso a mí, no. Si se quiere subvencionar a la cultura, constrúyanse infraestructuras, campos de fútbol, polideportivos, tarimas, equipos de música… para que los utilice “cualquier” grupo cuya actividad se verá remunerada por quienes la quieran pagar. Pero sólo con los ingresos por taquilla. Y en los casos, excepcionales, en que se den subvenciones, hágase siempre con total transparencia, objetividad, “intervención previa” y justificaciones inmediatas, antes de renovarlas.
            Así que, repetimos, no olvidemos que cuando se subsidian actividades, estamos por definición subvencionando lo superfluo. O los vicios. Lo último en lo que gastaríamos nuestro propio dinero. O en Julio Iglesias, en el fútbol, o peor aún, en drogas o en prostitutas, o en la iglesia o en la FAES.
Viñetas de la red (II/V)




No hay comentarios:

Publicar un comentario