Estamos perplejos y asustados al ver la corrupción con la que se manejan
los fondos públicos, nuestro dinero, el de todos. Así que imaginemos los criterios
y motivos con los que se repartirán las subvenciones.
Cuando se subsidian actividades, por lo general estamos por definición
subvencionando lo superfluo. Me explico. Por muy concreto, específico y
finalista que sea el motivo de una subvención, los fondos concedidos entran en
la caja del receptor como un ingreso más que se diluye en el conjunto de los inputs del beneficiario. Y cuando éste
realiza gastos lo hace con cargo a sus recursos, cuyo saldo será el beneficio o
el líquido en caja. Imputar un ingreso específico a un gasto concreto no deja
de ser un artificio contable que nos puede quedar bien pero que no pasa de eso.
Si no recibiéramos una subvención, dejaríamos de realizar el gasto más
superfluo en la escala de nuestros dispendios, por un importe igual al no
recibido. No hablo de moral ni de valores sino de aritmética pura. Por lo tanto
podemos decir, y que no se nos escandalice nadie, que el importe de una
subvención no financia lo que dice sino el gasto más superfluo de todos los que
realicemos. Por bestia que parezca. Un ejemplo: Un amigo mío que regentaba una galería de arte
pidió una subvención para exponer unos cuadros en Laponia y Centroeuropa y se
la concedieron. Motivos que adujo? La tira. Y eran verdad, y bien expuestos. Lo
supo argumentar: “para la difusión de nuestra cultura”, marca España y todo
eso. Lo argumentó tan bien que se la concedieron. A la vuelta del viaje se
compró una moto con la que había estado soñando toda su vida, una Harvey…..,
que le costó, mire usted por dónde, el mismo importe de la subvención que le
financió el viaje. Que le financió el viaje? o que le financió la moto? Porque
qué queréis que os diga? Yo no pude evitar asociar las dos cantidades, la una
como entrada, la misma como salida. ¿Se la habría comprado si no le hubieran
dado la subvención por “difusión de nuestra cultura”? Yo creo que no. O si lo
hubiera hecho, lo habría hecho gastando su propio dinero como le hubiera dado
la gana. Habría dejado de exponer en Laponia y Centroeuropa si no se lo hubieran
financiado? No lo sé, pero ésa era su opción, o exponer aquellos cuadros o
poder volar en moto.
Quiere esto decir que no acepto
ninguna subvención en dinero, en efectivo? No. Habrá que verlo caso por caso.
Pensemos en excavaciones arqueológicas, por ejemplo. O en investigación y en I
+ D. Pero no en fútbol, por muchos votos que eso les dé en la localidad de que
se trate. Pero no millones por Zaplana a Julio Iglesias en Valencia. Pero no a
Noos ni a Voos. Pero no a entidades ni a fundaciones opacas. Si una actividad
cultural da dinero, por qué destinar fondos públicos a lo que ya se
autofinancia con la asistencia de público? Y si no acude casi nadie, por qué
financiar con dinero público (mío) lo que sólo le gusta a unos pocos. Y en todo
caso a mí, no. Si se quiere subvencionar a la cultura, constrúyanse
infraestructuras, campos de fútbol, polideportivos, tarimas, equipos de música…
para que los utilice “cualquier” grupo cuya actividad se verá remunerada por
quienes la quieran pagar. Pero sólo con los ingresos por taquilla. Y en los
casos, excepcionales, en que se den subvenciones, hágase siempre con total
transparencia, objetividad, “intervención previa” y justificaciones inmediatas,
antes de renovarlas.
Así que, repetimos, no olvidemos que cuando se subsidian actividades,
estamos por definición subvencionando lo superfluo. O los vicios. Lo último en
lo que gastaríamos nuestro propio dinero. O en Julio Iglesias, en el fútbol, o
peor aún, en drogas o en prostitutas, o en la iglesia o en la FAES.
Viñetas de la red (II/V)
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