La corrupción es opaca pues es efecto
de la impunidad y ésta no soporta la luz, que podría dejarla al descubierto.
Hace falta, pues, imponer la transparencia. Pero de poco sirve una ley de
transparencia si carecemos de una cultura de la transparencia. Por cultura aquí
nos referimos a hábitos, talantes, actitudes. La reacción automática, como acto
reflejo, de nuestras instituciones públicas ante cualquier tipo de pregunta, es
la de negarse, o esconderse o escaquearse, clara señal de una mala conciencia y
de culpa, pues por lo visto hay mucho que ocultar. A esto añádase la corrupción
y paranoia consiguiente del corrupto, que son todos, aunque sólo sea por
encubrimiento y por complicidad. De ahí que los miembros de este Gobierno de la
Gran Mentira se hayan hecho expertos en fabricar eufemismos. O en proclamar
como mantras justamente lo contrario de lo que están haciendo. Y así, mientras
despiden a miles gritan que lo hacen para la creación de empleo, mientras
recortan la capacidad de consumo dicen que lo hacen en aras del crecimiento
económico, mientras asfixian a los tribunales que los persiguen dicen que
respetan las decisiones judiciales, etc. Estos mantras los repiten textualmente
como loros adiestrados que no pueden explicar lo que hablan, y es por eso que
ni responden ni aceptan las preguntas.
En
este contexto, una ley de transparencia deviene en su contraria, en una ley
opaca que blinda la opacidad. Lo cual se refuerza por la necesidad de asegurar
la impunidad que protege la corrupción, que ya sabemos que es sistémica. Por metástasis.
Y de reforzar la mentira permanente reiterándola permanentemente.
No casa bien la transparencia con el
autoritarismo de los que nos gobiernan. Son tan incompatibles como un círculo cuadrado. Un caso evidente, muy
representativo, podemos verlo en la
irritación de Aznar con Rajoy por no haber sabido asfixiar al tribunal del caso
Gürtel que asoma de nuevo tras el
caso Bárcenas, y al que mejor
deberíamos llamar el caso Génova,
como sugiere un tertuliano sevillano, jurista o antropólogo, según el cual los
políticos del PP se dividen en dos, los que temen a Bárcenas y los que, no
teniendo motivos para temerle, temen a los que le temen. Si Aznar se pone como
ejemplo a sí mismo es por haber sabido ahogar al tribunal del caso Naseiro (por medio de las triquiñuelas
procesales de su monaguillo Trillo), antecedente del actual de triple nombre que
ahora incluye sobresueldos de la cúpula del PP durante 20 años, cohechos
continuados y evasiones fiscales por un tubo.
Necesitan transparencia, sí, pero no para
controlarlos a ellos sino para que ellos puedan controlarnos a nosotros, que
seríamos los que deberíamos poder controlarlos. Lo que realmente van a hacer
transparente es nuestra vida privada. Motivos de seguridad nacional, o de pura
represión, o de ejercicio del poder que quiere perpetuarse. Hasta el punto de
que se prepara una nueva Ley de Seguridad (todo legal, esa apariencia que no
falte) que obligará a los detectives privados a dar cuenta de sus contratos,
trabajos y resultados a la policía. Más aún, la policía podrá intervenir en esos
trabajos cuando les plazca. Así se evitará que se pueda repetir la grabación de
una comida, como la que le hicieron a Alicia Sánchez Camacho en Barcelona, dice
descaradamente el propio Ministro del Interior. Si a esto añadimos la
informatización del historial sanitario, la declaraciones de renta y
patrimonio, los pagos con tarjetas, el rastreo de las comunicaciones, la
ubicación en la que estamos, el dni y el control de los datos privados en las
redes de internet, qué nos queda que no sepan de nosotros? Es que no es un
derecho fundamental el de la privacidad? Pues no sólo tienen nuestros datos,
tienen metadatos, datos sobre los
datos, que les permitirá conocer lo que nos sucederá.
Sin embargo, se da la paradoja de que
al dejarnos desnudos nos exhibimos impúdicamente en las redes donde podemos
espiar a nuestros espías. Las cámaras del Gran Poder quedarán al descubierto
por los móviles de todos. La vulnerabilidad de todos desnuda al Gran Hermano,
todos espiándonos. Y así el cazador será cazado, el controlador controlado, el
ojo dominante dominado. Ojalá.
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