El capataz de la poltrona
Me limito a transcribir
textualmente una carta al director de un diario por José Luis Martorell de
Madrid. Tal cual: Mi padre, que hoy tendría 86 años, contaba que de niño vio,
en la plaza de su pueblo extremeño, cómo llegaba montado a caballo el capataz de
las tierras del señor de la zona y elegía a los hombres, de entre el sombrío
grupo que esperaba desde el alba, que ese día tendrían la suerte de trabajar de
sol a sol por una peseta. Cuando ya había escogido a los afortunados, uno de
los hombres que ese día no fue elegido se acercó al capataz y le dijo en voz
baja: “señor, yo lo hago por dos reales” (la mitad de una peseta). El capataz
descartó a uno de los elegidos y se lo llevó. Cuando yo de pequeño oía esta
historia se me encogía el ánimo pero me consolaba pensando que ese mundo
miserable estaba ya enterrado en el pasado. Ahora nada menos que el gobernador
del Banco de España le propone excepcionalmente este modelo a la nieta de mi
padre, mi hija de 18 años. Qué gran
servidor se muestra este capataz de sus señores.
(José Luis, es que los tiempos no han cambiado tanto, es
sólo que el capataz ya no monta a caballo sino en la poltrona. Esta escena
también la contó Steinbeck en 1939 en Las uvas de la ira. Y los capataces de hoy lo ponen como modelo a
seguir mientras proclaman ufanos que así se demuestra el éxito de la “reforma laboral”.)
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