martes, 7 de mayo de 2013

677 (M 7/5/13) Edipo en Moncloa

Edipo en Moncloa
Edipo-Rajoy no descifró el enigma a las puertas de Tebas-Moncloa. Todo lo contrario, se dedicó a inventar enigmas. Fue con palabras que Edipo se hizo dueño de Tebas, pero Rajoy lo superó, lo consiguió con mentiras y eufemismos encriptados. Mató a su padre en Grecia y aquí está a punto de acabar con la ciudadanía.  Fecundó hijos en el vientre de su madre y aquí nos preguntamos cómo fue posible tal engendro. Hará lo que tiene que hacer, dice, sin saber lo que tiene que hacer. Su  política se mueve entre la necesidad (ananké) y el azar (las improvisaciones). Balbucea, duda, se contradice cada día, calla, calla, calla, y cuando habla  lo hace leyendo textos escritos por otros y escudado tras un opaco plasma transparente. Y además pretende que su pueblo crea en él. Al confesar que él no decide nada sino que cumple el destino que le marcan los dioses extranjeros, se delata como el inútil que es, atribuyendo a esas fuerzas exteriores los males que inflige a su pueblo en contra de sus propios deseos, pobre Edipo-Rajoy, como protagonista que es de su tragedia. Lo malo es que nos la hace compartir a todos los demás. Porque si el héroe (trágico) es él, no es justo que nos haga a los demás protagonistas de su propia tragedia. “La precariedad de sus discursos acaba proyectándose en la precariedad de nuestra existencia personal y colectiva”, remata Fernando Vallespín. Que los dioses nos protejan.

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