Edipo en Moncloa
Edipo-Rajoy no descifró el
enigma a las puertas de Tebas-Moncloa. Todo lo contrario, se dedicó a inventar
enigmas. Fue con palabras que Edipo se hizo dueño de Tebas, pero Rajoy lo
superó, lo consiguió con mentiras y eufemismos encriptados. Mató a su padre en
Grecia y aquí está a punto de acabar con la ciudadanía. Fecundó hijos en el vientre de su madre y
aquí nos preguntamos cómo fue posible tal engendro. Hará lo que tiene que
hacer, dice, sin saber lo que tiene que hacer. Su política se mueve entre la necesidad (ananké) y el azar (las improvisaciones). Balbucea, duda, se contradice cada
día, calla, calla, calla, y cuando habla
lo hace leyendo textos escritos por otros y escudado tras un opaco
plasma transparente. Y además pretende que su pueblo crea en él. Al confesar
que él no decide nada sino que cumple el destino que le marcan los dioses extranjeros,
se delata como el inútil que es, atribuyendo a esas fuerzas exteriores los
males que inflige a su pueblo en contra de sus propios deseos, pobre
Edipo-Rajoy, como protagonista que es de su tragedia. Lo malo es que nos la
hace compartir a todos los demás. Porque si el héroe (trágico) es él, no es
justo que nos haga a los demás protagonistas de su propia tragedia. “La
precariedad de sus discursos acaba proyectándose en la precariedad de nuestra
existencia personal y colectiva”, remata Fernando Vallespín. Que los dioses nos
protejan.
No hay comentarios:
Publicar un comentario