1. El Mefistófeles italiano (Weidmann)
Le ha salido bien a Soledad Gallego Díaz su
crónica sobre el discurso de Jens Weidmann en el Bundesbank, con motivo del
último festival de Goethe, en el que remedó la escena de la segunda parte de Fausto en la cual Mefistófeles (Satanás alemán, o sea el mismo Weidmann) convence al
Emperador (parodiando a Draghi, del BCE) a que eche una firma en un papel, que
inmediatamente se convierte en un billete (de dinero), con el consiguiente terrible peligro de una posible inflación. El temor a la inflación
de este economista obsoleto resulta patológico, no sólo por su carácter
obsesivo sino por el daño que está haciendo a todos los países periféricos y a
los millones de parados que está echando a la calle al imponerse su política de
ajustes. En una fase de recesión económica no sólo no hace daño la
inflación sino que, con una tasa moderada, es útil como motor del necesario
crecimiento económico. Pero según todos los indicios a Herr Weidmann de niño le
asustaban con un “como no te portes bien, mira que viene la inflación!”. A este
hombre hay que expulsarlo de la arena pública de inmediato, pues es tan
peligroso para Europa como Rajoy lo es para España. Quizás la inflación
sea la excusa para seguir apretando a los bancos mediterráneos con tal de
salvarles los muebles a los bancos alemanes.
Jens Weidmann intenta asociar a Mario Draghi al diablo Mefistófeles en una doble
vertiente, la demoníaca y la inflacionista. La prensa alemana se ha apuntado a este banquete de carroña. Y así Die Welt se alarma por la “evidente
sumisión (de Mario Draghi) al poder político (italiano y
español), volando
un dique” (el de los ajustes que defendía a los alemanes). Como si la independencia estatutaria del BCE sólo se respetara aplicando la política de ajustes alemana, pues, comprando deuda en el mercado secundario, el BCE ayudaría a los países mediterráneos, con el terrible peligro de esa posible inflación siempre al acecho. Y Der Spiegel llega
a quejarse abiertamente de que “a los alemanes se les prometió que el Banco
Central Europeo se comportaría como un segundo Bundesbank”, que hay que ver si hace
falta desparpajo y desvergüenza, para expresar así de claro los espurios motivos de estos benditos alemanes. A lo que Gallego Díaz apostilla con razón que “quienes
más reclaman la independencia del BCE son precisamente los que más presionan
para que sus decisiones se adapten a sus propios intereses y exigencias”. Y que, puestos a blandir los pendones de los genios literarios nacionales, Mario Draghi podría enarbolar contra el alemán Goethe la bandera del italiano Dante Alighieri:
“Avaro es quien no gasta en lo que debe, ni lo que debe, cuando debe.” O sea, que el dinero sólo tiene sentido si se gasta, por lo que es un sinsentido no gastarlo.
Algo falla en esta sátira del cabeza-cuadrada Mon-Toro alemán, al
confundir a Mefistófeles con Draghi, cuando en realidad se está parodiando a sí
mismo, por lo que la falsa representación escénica cruje por su base.
2. El verdugo Gallardón
Bueno, en cuanto a los desahucios, lo de modificar la ley hipotecaria...,
habrá que dejar que fluya el crédito..., eso dijo Gallardón, no lo recuerdo
textualmente. Con lo cual, primero, este señor no se ha enterado todavía de que
el crédito en estos momentos no fluye ni pa dios; segundo, que los desahucios y
la fluidez del crédito tienen que ver entre sí tanto como la velocidad con el
tocino; tercero, que este señor no se ha enterado todavía de que son ya 370.000
las familias que han sido desahuciadas a la puta calle; cuarto, que hasta los
jueces están clamando por que se modifique la Ley Hipotecaria que data de
1909!; quinto, que la abogada del Tribunal de Justicia Europea se ha escandalizado de la bestialidad de nuestra ley hipotecaria; sexto: que hasta el gobierno, que ya es decir, se ha hecho eco del
clamor popular y quiere consensuar las modificaciones necesarias... Pero para qué seguir. Si este señor ministro está
sordo a la realidad, por más que queramos despertarle no lo vamos a conseguir.
A quién quiere confundir? Lo peor es la profunda convicción con que se expresa
incluso en temas, como éste, que no sabe de qué va. Convicción que se
acrecienta en el tono cuanto más disparatados son su contenido y sus motivos. Y yo que me
dejé engañar por su talante moderado en las tertulias de la SER con Herrero de
Miñón y Santiago Carrillo, pura fachada, ahora lo veo, cuando amigos que le
habían conocido en su juventud me alertaban de sus ideas y actitudes de una
derecha fanática (de Cristo Rey, o algo parecido). A estos tipos no bastaría
con echarles del Congreso a patadas sino que habría que exiliarlos del país.
3. La evasión (fiscal)
Ya parece que se enteran los políticos de que
los ajustes presupuestarios si no se arreglan recortando gastos (que no), habrá
que cuadrarlos aumentando los ingresos. Persiguiendo el fraude fiscal y
aumentando la contribución (qué maja es esta palabra) cuanto mayores sean los
ingresos gravados. Otra cosa es quién le pone el cascabel al gato, teniendo en
cuenta que el felino es pariente o amigo, o que financia a nuestro partido
político. O incluso que somos nosotros mismos. El freno a la temida “salida de
capitales” pasa por la coordinación internacional (información inmediata y
automática de los movimientos de capitales) y el control de los paraísos
fiscales. Si a esto se le añade un estacazo bien limpio y sin contemplaciones a
efectos ejemplarizantes (justo todo lo contrario de lo que estamos haciendo
ahora) cada vez que se pille a un infractor, a lo mejor el sistema podría
funcionar. Pues los remilgos incentivan las conductas delictivas. Y la
aplicación generalizada de las medidas, sin excepciones, ayudan a su
aceptación. Parece que se ha creado una comisión de trabajo en el Congreso para
abordar este tema. Suerte. Y que no nos den las uvas.



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