1. El lento cambio de la realidad
No hace falta llegar al sistema de taxis
cubanos cuyos chóferes son en gran parte universitarios. Pero en Madrid va a
aplicarse una ordenanza que obliga a los taxistas a ser graduados de la ESO. “Para
garantizar un mejor trato a los extranjeros”, argumentan. Aparte de vestir
calcetines, y no simples sandalias, incluso cuando peguen los 40º. Ah, y de
nuevo certificados de penales, como en los viejos tiempos. Estos no pierden
ripio.
La Botella intenta, y lo conseguirá, pasar a
la Historia (sección cómica). Todo lo que sea impulsar, fomentar, inducir a
la escolarización de los adultos goza de mi placet. Pero de ahí a exigir el
Master a un taxista… Puede quitarle el gracejo. Para interpretar el plano
de su ciudad sabe manejar el GPS y no le hacen falta estudios superiores de
telecomunicaciones para comunicarse por su radiotaxi. No sé yo si una simple
ordenanza puede exigir, legalmente, tanto diploma para el acceso a esta
profesión. Primero suben los gastos y tasas para eliminar a los pobres de los centros escolares elitistas y luego
exigen estudios para realizar cualquier tipo de trabajo. Sabrán éstos lo que
quieren? Querrán a sus hijos taxistas?

La persistencia en el tiempo de los valores
reaccionarios, la inexplicable supervivencia de sentimientos religiosos en los
tiempos actuales, el rechazo por la masa social de nuevas ideas axiomáticas que
deberían imponerse sin esfuerzo por sí mismas (igualdad de género, distribución
de las rentas, rechazo social de los políticos corruptos…), nos hace ver que la
realidad es una masa compacta, inmensa, reacia a los cambios, por más que los
incentivos para el progreso sean evidentes y sus beneficios claros. Las nuevas ideas,
los nuevos razonamientos, los nuevos valores, si se aceptan lo son por minorías
que no afectan a la masa real del grupo social. Son más bien burbujas, más o
menos coloridas, que flotan en el aire, a su aire, o en la estratosfera, sin
que muevan un ápice la realidad. Por eso blogs como éste, o slogans en
pancartas ingeniosos a cual más, se quedan en eso, en frases que no pueden
pretender afectar a la realidad social. Dado que los estímulos externos parecen
influir poco en la evolución de los valores sociales vigentes, indagamos en el
interior de esa masa que es la realidad sólo para percatarnos de que el motor
del cambio es generacional. Son los adolescentes los que cambian el lenguaje,
el vestuario, los gustos y las modas, lo que nos hace pensar que son ellos los
que pueden hacer algo por el cambio. Pero como la evolución sólo tiene lugar (o
éxito) por la adaptación al medio, y no por razones morales, mucho me temo que,
si los cambios premian con la eficacia cuando van a peor, es posible que, pese
a todas las reconvenciones morales y “razonables” que piden a gritos ser
escuchadas, se queden en “voces que claman en el desierto” mientras la realidad
sestea en su inmovilidad paralizada.
2. Esto no es una crisis, es una estafa,
rezan algunas pancartas, con acierto. Y si
no, cómo es que a los privilegiados no les afecta? Por el contrario, les engorda.
No tienen que renunciar a nada, ni siquiera a las prebendas más insólitas (vga.
esas dietas surrealistas), ni a la educación elitista de sus hijos (la cual
refuerzan), ni a sus vacaciones, ni al coche nuevo, ni a viviendas de lujo, ni
a nada de nada. Lo que están haciendo es reorganizar el modelo económico social
para configurar un nuevo modelo productivo, “auto-regulado”, en el que los
productores, sobreexplotados, hagan las empresas más competitivas y por tanto
más rentables para sus propietarios. A eso se refiere la pancarta que denuncia
que esto no es una crisis, sino una estafa. Es la desigualdad social,
distinguirse de la chusma, lo que buscan.
Un ejemplo más? Se ha bloqueado la distribución de nuevos medicamentos, ya van
40, como “efecto de la crisis”. Pero a ellos qué les importa, siempre podrán comprarlos
cuando los necesiten. Y lo harán con los recursos “extraídos” de las clases
productoras, sobreexplotadas.
3. Taxistas escolarizados

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