BOTELLA Y SECA

* * *

FUE TAN GRANDE SU BONDAD,
TAL SU GENEROSIDAD
Y LA VIRTUD DE LOS DOS
QUE ESTÁN, CON SEGURIDAD,
EN EL CIELO, JUNTO A DIOS.
Corría mil novecientos veintitantos y, en aquella época, era
preceptivo que la Curia diocesana aprobara el texto de los epitafios que habían
de adornar los enterramientos. Así que don Pedro recibió una carta del Obispado
de Madrid reconviniéndole a modificar el verso, puesto que nadie, ni siquiera
el propio Obispo de la diócesis o el Santo Padre, incluso, podían afirmar de un
modo tan categórico que unos fieles hubieran ascendido al cielo sin más. Don
Pedro rehizo el verso y lo remitió a la Curia, del modo siguiente:
SE FUERON JUNTOS LOS DOS,
EL UNO DEL OTRO EN POS,
DONDE VA SIEMPRE EL QUE
MUERE,
PERO NO ESTÁN JUNTO A DIOS.
PORQUE EL OBISPO NO QUIERE.
Nueva carta de la Curia. El Obispo, tras recriminar al autor lo
que cree - con toda la razón del mundo - una burla y un choteo de Muñoz-Seca, le exige
una rectificación ya que no es el Obispo
el que no quiere, pues ni siquiera es voluntad de Dios. Él no decide nuestro futuro, sino que es nuestro libre albedrío el que nos
lleva al cielo o no. Así que don Pedro remata la faena, escribiendo un verso
que jamás se colocó en enterramiento alguno porque la Curia jamás le contestó:
VAGANDO SUS ALMAS VAN,
POR EL ÉTER, DEBILMENTE,
SIN SABER QUE ES LO QUE
HARÁN,
PORQUE, DESGRACIADAMENTE,
NI DIOS SABE DÓNDE ESTÁN.
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