1. Para qué las prisas
Creíamos haber superado la superchería de nuestra división entre alma y cuerpo, el espíritu y la materia, atribuyendo claro está todas las bondades a lo etéreo y las maldades a lo corporal. Esta dicotomía tan falsa como perniciosa ha supuesto, y sigue siéndolo, un pesado lastre para el desarrollo de la ciencia y el progreso cultural. Es más, da pie a esa maldición que son las religiones. En el otro extremo, mucho más honrado y verdadero, está la pura neurofisiología, el definirnos como fruto de unas simples combinaciones químicas: el amor romántico surge con motivo de las feromonas, el placer del amor es un efecto de la secreción neuronal de dopaminas, serotoninas… Y, educados en la poesía, los sentimientos y las sensaciones, rechazamos inevitablemente su descripción sobre bases exclusivamente químicas, eso cómo va a ser! y nos acordamos de Skinner y de El Mundo Feliz de Huxley. Aunque lo primero es lo inculto y lo correcto lo segundo, necesitamos un período de transición para ir haciendo nuestras las nuevas realidades. Seguro que la química y el romanticismo no son incompatibles, ya encontraremos el modo de que se acoplen y entiendan.
He leído: “Quien no sepa cuál es su misión en la vida ya tiene una: encontrarla. El mejor regalo que nos podemos hacer es que el tiempo transcurra lento, dejando espacio para que cada cosa se ponga en su lugar. La felicidad no es cuestión de intensidad sino de equilibrio, ritmo y armonía. En lo que hacemos rápido, estresado, superficial, impaciente, prima la cantidad sobre la calidad. En lo que hacemos lento, sereno, cuidadoso, silencioso, intuitivo, pausado, paciente y reflexivo, la calidad prima sobre la cantidad. Y encima a menudo hacer las cosas con lentitud produce unos resultados más rápidos. La lentitud es necesaria para establecer relaciones profundas e intensas con los demás, la cultura, el alimento, el trabajo…, en una palabra, con todo.” Es la prisa la que nos impide disfrutar de los momentos. Contemplándonos desde Marte somos hormigas nerviosas que se mueven desordenada y continuamente de un lugar a otro sin saber a dónde van. Comiendo despacio y concentrando nuestra atención en lo que comemos, no sólo disfrutaremos con lo que hacemos sino que ayudaremos a una mejor digestión. Si visitamos una ciudad o un paisaje de un modo apresurado regresaremos a casa sin haber aprendido nada de lo que hemos visto (“si hoy es martes, esto es Bélgica”, que le dijo un turista a otro mirando un mapa en el hotel). Si hacemos el amor con apremio no gozaremos de las caricias que requieren su tempo indefinido, sin agobios, pues de otro modo no afloran de la piel. Dame la mano y miremos al sol ponerse en el horizonte rojo, amarillo, turquesa, negro, y no pienses en ningún deseo, por favor.
2. Maniqueísmos

3. He visto técnicos,
llora el niño en el anuncio, como si hubiera viso monstruos, como aquél que para insultar gritaba “científico!”, o “funcionario!” al que le molestara. Y es que con tanta terminología económica y financiera que estamos aprendiendo con esto de la crisis, no sé cómo acabaremos pero seguro que odiando la deuda. La deuda es el nuevo coco que asuste a los niños (todos) y ayude a dormirlos (someternos). Todo sea por eliminar la deuda, y con este propósito eliminamos todo cuanto se nos ponga por delante, incluidos los derechos humanos fundamentales. Los conceptos importantes se desglosan y ocupan mayor espacio en el lenguaje por
por lo que pronto hablaremos de deuda a secas, deuda soberana, deuda odiosa, deuda financiera en relación con la económica…La deuda se definirá como una perversión que provoca un desequilibrio (el presupuestario), punto en el que se origina el déficit que da lugar a la deuda. Terminaremos dudando lo que estamos adeudando. La confusión es el reino de los nuevos tecnócratas que predicen los mercados con la misma seguridad y certidumbre que tenían los augures cuando leían las entrañas de los animales o los vuelos de los pájaros (esto es de Keynes).
UH: Hacienda busca fraudes y encuentra de una tacada 10.400 millones € de debajo de las piedras.

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